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¿El Papa proclama santos por la vía rápida?

El proceso de beatificación de la Madre Teresa de Calcuta, culmina hoy, siendo proclamada beata por el Papa Juan Pablo II

El proceso de canonización de una persona, de acuerdo con lo establecido por la Constitución Apostólica Divinus perfectionis magíster, del 25 de enero de 1983, indica que es necesario esperar cinco años antes de iniciar el proceso de canonización de una persona. Este proceso se inicia cuando el obispo de la diócesis en la que murió la persona que se pretende canonizar, recoge y autentifica una serie de pruebas sobre la vida y obra de dichas personas y las envía a Roma, a la Congregación para las Causas de los Santos. El obispo piensa que la vida de esa persona puede ponerse como ejemplo a la Iglesia Universal en la vivencia de algunas de las virtudes.

Se considera como tiempo prudente esperar cinco años para recabar todas las pruebas necesarias. Después vendrá la investigación por parte de la Congregación para las Causas de los Santos para declarar que esa persona ha vivido en grado heroico algunas de las virtudes teologales. En este momento, la persona puede conocerse como “Siervo de Dios”, pero aún no puede rendírsele culto público. Será necesario esperar a que se aporten más pruebas, entre ellas la famosa prueba del milagro. Una vez que satisfecho este requisito, que algunas veces el Sumo Pontífice permite que se omita, la persona podrá ser considerada como beato y su culto circunscribirse a una determinada diócesis. Como parte final del proceso se pide otro milagro y entonces la persona es canonizada y su vida puede ser puesta como modelo a seguir por todos los fieles de la Iglesia Católica.

Antes de que los medios de comunicación dieran a conocer el libro “Tu me das el amor”, la Madre Teresa de Calcuta era una desconocida. Su labor callada en los morideros de Calcuta, Bengala y Nueva Delhi serían conocidos apenas por un centenar de personas fuera de la India. En pocos años la prensa y los medios de comunicación nos hicieron cercana y muy familiar la figura enjuta y encorvada de la monja albanesa que envuelta en un sari de algodón blanco ribeteado de dos franjas azules recorría el mundo buscando a los “más pobres de los pobres” como ella solía decir. Conocimos no sólo su persona, sino sus escritos, sus obras y la Congregación religiosa que ella había fundado, las Misioneras de la Caridad. Su sepelio, al que asistieron figuras tan disímbolas y diametralmente opuestas como Fabiola de Bélgica y Hillary Clinton, fue visto por el mundo entero.

Lo que en una época hubiera tardado años en darse a conocer, hoy en día las facilidades tecnológicas hacen que las distancias y los tiempos se acorten. La mejoría en las comunicaciones, los métodos electrónicos de almacenamientos de datos y la transmisión de la información de los medios de comunicación nos permiten conocer todo lo sucedido en la vida de los hombres actuales. Si con sólo teclear la fecha del nacimiento de una persona se puede conocer en el Museo de Ciencia y Tecnología en Chicago las efemérides de ese día, desde los encabezados de los periódicos hasta el precio de la carne en el mercado, con cuánta mayor rapidez no se podrían recoger los testimonios en el mundo entero de la vida de una persona que era seguida en todo el mundo por los medios de comunicación.

Juan Pablo II ha permitido que se iniciara el proceso de canonización de la Madre Teresa de Calcuta sin esperar a los cinco años después de su muerte, por considerar que su vida y su obra son perfectamente conocidos. Lejos de ser prematuro, este proceso de beatificación culmina hoy, 19 de octubre, que la madre Teresa será proclamada santa por el Papa, aprovechando la técnica sin dejar de un lado las normas que pedían la recolección de pruebas necesarias para iniciar el proceso de canonización.

¿Santos por la vía rápida? No. ¿Santos por la vía del internet? Sí, cuando la técnica se pone al servicio de la normatividad y al servicio de Dios.