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El imperio de la ley

El imperio de la ley

Hay que ver con qué énfasis y rotundidad algunos progres de salón nos recuerdan a toda la ciudadanía, con ocasión de la objeción de conciencia de alcaldes a casar uniones gays, que no “matrimonios”, que “todos, absolutamente todos los ciudadanos estamos sujetos al imperio de la ley”.

¡Cuánto hay de oportunismo y hasta de interés partidista en tales posturas¡. Al querer ahora dar lecciones y hacer gala de cumplimiento legal, muchos se olvidan de las campañas pasadas negándose a hacer el servicio militar, promovidas por estos progres, en razón de su objeción de conciencia.

Es lógico el recurrir, en una sociedad pluralista y democrática, a la obligatoriedad del imperio de la ley para todos. De acuerdo. Pero, en otro orden de cosas, no estaría mal recordar lo siguiente:

Por encima de la ley humana, que obliga a todos los ciudadanos y cuyo desconocimiento o ignorancia de la misma, según todos los juristas, no excusa de su cumplimiento, está la Ley de Dios que obliga a todos los hombres. Está ley o Decálogo está escrita no en piedra, sino en el corazón de cada persona. Nadie está exento de su cumplimiento, aunque diga que él es ateo, agnóstico o increyente.

No estaría fuera de lugar que cuantos ahora se desgañitan recordando a los demás “el imperio de la ley civil”, meditasen que ellos están sujetos, lo acepten o no al imperio de la ley divina.