En la vida de toda persona hay muchas fechas dignas no sólo de recordar con alegría, sino de celebrar del modo mejor posible, como el cumpleaños, el día del santo, el aniversario de la boda, el día que aconteció algo bonito o inesperado etc..
Para los cristianos conscientes de su fe, la fecha más importante de su vida no fue ninguna de las citadas antes, sino la del día venturoso de su bautismo. Ese día fuimos hechos hijos adoptivos de Dios, hermanos de Jesús, templos del Espíritu Santo, herederos del cielo, partícipes de la misma vida divina y miembros de la Iglesia.
Pena da, que la mayoría de bautizados, incluso de mayores, ignoren y no vivan alegres y agradecidos, esta gracia, este don, este regalo personal de Dios. ¿Por qué no celebrarlo ya que pasa casi desapercibido?.
Me he encontrado una comunidad de religiosas de clausura, mercedarias contemplativas donde, con toda naturalidad y con la máxima alegría, celebran el día más importante, venturoso, trascendente e inolvidable del bautismo de cada hermana.
Tengo la impresión de que son más bien una excepción en la global comunidad eclesial. Estaría bien que los que nos consideramos cristianos, las imitásemos.