Pasar al contenido principal

Educar la obediencia


La mayoría de los hijos, en algún momento de su vida, son desobedientes.

Cuando los papás dan una orden, el niño típico no muestra una
actitud dócil. Se hace el sordo, chilla, discute, se enfurece, etc.

Cada día es más difícil encontrar niños obedientes , pero eso no es
sólo culpa de los pequeños, sino de los papás que no les enseñan a
obedecer.

Algunas personas piensan que los niños tiene derecho de conocer las
razones en que se basa la decisión de sus padres y están en lo cierto,
pero con algunas limitantes:

Los niños tienen derecho a saber.

1.- Sólo en términos que puedan entender las razones que se les van a dar.

2.- Sólo si están dispuestos a escucharla y, en cambio, si lo que
se les pide o se les prohibe es una regla, deberán estar dispuestos a
obedecerla sin protestar.

En tanto el niño no tenga la madurez necesaria para entender, no
existe ningún argumento que logre convencerlo. Cuando el niño tiene la
edad suficiente como para entender la situación, en realidad no
necesita de muchas explicaciones.

El gobierno de la familia.

Los padres deben actuar sobre la base de que su obligación
fundamental es proporcionar un equilibrio entre el amor y la autoridad
y eso no es una tiranía.

Los padres pueden ser autoritarios sin ser autocráticos: no exigen
una obediencia silenciosa, militar, pero toman las decisiones finales,
crean reglas justas y, con suavidad pero con firmeza, vigilan para que
se respeten.

Conforme el niño va creciendo en este ambiente de amor y exigencia,
comienza a adquirir mayor responsabilidad y privilegios. Esto garantiza
que para cuando termine su adolescencia estará preparado para el
auto-gobierno.

El amor y la autoridad no son polos opuestos, sino que son esas dos
fuerzas que unidas dan a los padres el equilibrio para ir formando en
los niños la seguridad en sí mismos.

Consistencia.

Una disciplina consistente hace posible que el pequeño pronostique
las consecuencias de sus actos. El niño de antemano debe saber lo que
le espera respecto a su conducta y el conocer las consecuencias le
ayuda a desarrollar la auto disciplina.

Para disciplinar con eficiencia, los padres deben procurar ser auto
disciplinados, puesto que la disciplina sin congruencia provoca
confusión.

Los padres ponen reglas y los niños las ponen a prueba. Esta es la
única vía que tiene el niño para descubrir si la regla realmente
existe, puesto que ellos son pensadores concretos y no entienden lo
intangible y subjetivo.

De modo que, cuando un niño viola una regla, los padres tenemos la
obligación de imponer una sanción, esto le indica al niño que le
estamos diciendo la verdad. Además, la consistencia es una prueba de
que el niño puede confiar en sus padres.

Entre más inconsistentes son los padres con respecto a las fallas
de conducta de su hijo, demuestran menos capacidad para controlarlo. El
pequeño se siente inseguro y su conducta se vuelve cada vez más
desobediente, exigente, irrespetuosa y desordenada.

La comunicación.

Esperar que los niños obedezcan, depende mucho de la manera en que los padres les comunican sus instrucciones.

Al dar las instrucciones los padres deben ser:

Enérgicos.- Habla directamente al niño. Con autoridad. No le des vueltas al asunto, es mejor ser realistas.

Concisos.- A nadie le gustan los sermones, utiliza únicamente las palabras necesarias.

Concretos.- Habla en términos reales, no abstractos, di exactamente
lo que esperas del niño. No emitas instrucciones como si fueran
preguntas, eso provoca que parezca que hay alternativas donde realmente
no las hay. No des muchas instrucciones juntas. La mente de los niños
menores de cinco años tiene dificultad para retener más de una orden a
la vez.