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Educar en la sexualidad en la adolescencia y la juventud


Adolescencia (desde los 11 a los 16)

Juventud (entre los 16 a los 25 aproximadamente)

Adolescencia (desde los 11 a los 16)

1. Definición:

Se conoce con el nombre de adolescencia el período evolutivo comprendido entre la niñez y la edad adulta.
Esta etapa es clave en el desarrollo de la personalidad y en la
integración de todos los niveles que componen el ser humano,
especialmente la integración de la sexualidad en la identidad de la
mujer o del varón.

La adolescencia es un tiempo maravilloso de crecimiento,
maduración, construcción de uno mismo, apertura a los demás y donación
generosa. Pero para que ocurra esto, los adolescentes necesitan adultos
responsables y veraces, auténticos y coherentes a su alrededor que les
ayuden a superarse y les ofrezcan un testimonio de verdadera madurez
humana. Necesitan una mano firme, lo que no es igual a gritos, golpes o
correcciones frías sin apelación posible. Pueden y quieren entender los
motivos, desean conocerse y construirse a sí mismos positivamente; para
ello necesitan padres y formadores que no cambien de dirección a la
primera dificultad; que comprendiendo las dificultades naturales de
esta etapa, sepan potenciar sus cualidades y capacidades. Más que
regaños requieren alabanzas; más que castigos necesitan motivaciones;
mucho más que gritos y negativas incuestionables, necesitan diálogo,
razones y confianza. Si un adolescente está convencido que sus padres
lo aman y confían en que se comportará correctamente en todo momento,
se esforzará por no defraudarlos. Si continuamente está escuchando que
nada bueno se puede esperar de él, así lo creerá y actuará de acuerdo
con esa opinión.

Los conocidos cambios fisiológicos, psicológicos y espirituales que
experimenta la persona cuando llega a la edad de la adolescencia, con
sus variaciones culturales, educacionales y ambientales, pueden marcar
el rumbo definitivo de su vida. Las dificultades que suelen acompañar a
estos cambios deben ser asumidas por las formadoras con gran serenidad
y responsabilidad, sin desentenderse de ningún aspecto.

Si tuviéramos que concretar cronológicamente la adolescencia, la
situaríamos entre los diez u once y los dieciséis o diecisiete años. A
veces se emplean otros términos como el de pubertad para referirse a
procesos que están incluidos en este período. En línea de principio, de
la pubertad suelen hablar los médicos, mientras que de la juventud
suelen hacerlo los sociólogos. Los psicólogos y educadores en general,
emplean preferentemente el término de adolescencia. Así podemos
delimitar, en cierta forma, las facetas que estudian:

- Cuando hablamos de pubertad estamos haciendo referencia a
las modificaciones anatómicas y fisiológicas que culminan con la
producción de células germinales maduras;

- Cuando nos referimos a la juventud es para tratar la proyección social y las nuevas actitudes de la gente joven;

- Cuando hablamos de preadolescencia (de los 9 a los 10 años aproximadamente) o adolescencia
(de los 11 a los 16 aproximadamente), es para tratar las modificaciones
psicológicas, morales y espirituales, que tienen lugar en el período
comprendido entre la niñez y la edad adulta;

- Muchas veces al hablar de la niña de esta edad, tendremos que
usar el término adolescencia en sentido general, incluyendo las
diversas facetas y también la fase de la preadolescencia.

La adolescencia va desde la pubertad hasta los 16 años, aunque
actualmente se está postulando que se extiende más allá. La limitaremos
a este período porque las realidades que enfrentan un adolescente de 15
y un joven de 18 son bastante diversas.

2. Modificaciones físicas y fisiológicas de la adolescencia:

En un período relativamente breve, el cuerpo infantil se transforma
en adulto. Los cambios exteriores son a menudo tan pronunciados que, a
primera vista, la niña puede parecer otra para quienes no la han visto
en dos o tres años. Los cambios que se producen en el interior del
cuerpo -en el tamaño, forma y funcionamiento de los diferentes órganos
y glándulas-, no son visibles, pero son tan importantes como los
exteriores.

Una clasificación conveniente de las modificaciones corporales incluye estas categorías principales:

- aumento del tamaño corporal,

- cambios en las proporciones del cuerpo y

- desarrollo de las características sexuales primarias y secundarias.

Pese a las diferencias individuales en el ritmo de las
transformaciones, el patrón es similar para todas las niñas y, por lo
tanto, es predecible. Esto permite ofrecer a la niña una adecuada
información preventiva por parte de los padres y formadoras.

Podemos dividir los cambios físicos en etapas:

Etapa prepuberiana: Etapa inmadura en la cual suceden los
primeros cambios corporales y comienzan a desarrollarse las
características sexuales secundarias o los rasgos físicos que
distinguen a los dos sexos, pero en la que todavía no se ha
desarrollado la función reproductora (entre los 9 y los 11 años en la
niña).

Etapa puberiana (pubertad): Etapa de maduración en la cual
se producen las células sexuales en los órganos de reproducción, pero
en la que aún no se han completado los cambios corporales (entre los 11
y los 13 años en la chica). El hecho que la cierra es la primera
menstruación en las niñas (13 +/- 1 ½ años) y la primera polución en
los chicos (14 ½ +/- 1 ½ años).

Etapa postpuberiana: Etapa madura en la cual los órganos
sexuales funcionan a la perfección, el cuerpo ha alcanzado la altura y
las proporciones debidas y las características sexuales secundarias
están bien desarrolladas (entre los 13 y los 15 años en la chica).

Psicológicamente esta época inicia con la pubertad. Los caracteres
sexuales secundarios se desarrollan rápidamente y la persona alcanza
una morfología que no variará ya esencialmente. Los órganos sexuales alcanzan su capacidad fisiológica de funcionamiento: reglas en las niñas y emisiones de esperma en los varones.

Como ya se ha dicho, la sexualidad en la persona humana comprende
todas sus dimensiones: la fisiológica, la psicológica y la espiritual;
es de esta manera un modo de ser persona (hombre-mujer) que
afecta todos sus actos. Sería un error muy grave presentar a la niña la
sexualidad de modo reductivo o negativo, o que confundiera la madurez
del sexo gonádico -en presencia de la menarquia o primera menstruación-
y de los órganos genitales, con la madurez en la sexualidad. El
ejercicio de la sexualidad habla de donación afectiva e íntima, de
unión fecunda en el amor matrimonial, de una concepción de la mujer
abierta a la relación complementaria en el amor y para el amor, un amor
auténtico: total, fiel, fecundo y eterno.

Algunos aspectos concernientes al desencadenamiento del desarrollo
fisiológico son: la maduración del sexo gonádico y genital. La niña
debe conocer de antemano los cambios que va a experimentar, entender su
significado y el papel que juegan en su madurez integral, y tener,
además, los resortes psicológicos y espirituales para vivirlos con
naturalidad.

Las diferencias en cuanto a la edad de la maduración sexual se
deben a variaciones en el funcionamiento de las glándulas endocrinas
que son las responsables de la transformación del cuerpo infantil en
adulto. Las niñas maduran aproximadamente año y medio o dos años antes
que los chicos, es decir sobre los 11 y 12 años. Esta diferencia se
manifiesta no sólo en sus cuerpos, más grandes y más desarrollados,
sino también en su comportamiento más maduro, más agresivo, y su
conducta más consciente del sexo.

3. Variantes en la edad de transformación física:

Según se produzca antes o después de la edad promedio, la condición correspondiente se denomina maduración precoz o maduración tardía,
respectivamente. Una reserva insuficiente de hormonas gonádicas retrasa
la pubertad e impide el desarrollo normal de los órganos genitales y de
los aspectos sexuales secundarios (desarrollo de los senos, vellosidad,
aumento de la anchura y profundidad de la pelvis, desarrollo muscular,
etc.) Cuando la pubertad se retrasa, la niña puede sentir inseguridad y
complejo frente a sus compañeras ya desarrolladas.

La pubertad acelerada, conocida como pubertas preacox,
se debe a una provisión excesiva de hormona gonadotropina durante los
primeros años de la infancia. Ello afecta las gónadas y el individuo
madura demasiado pronto. También esto puede causar algunos traumas en
la niña, mayores, incluso, que en el caso de la maduración tardía, al
verse diferente (demasiado desarrollada) y no saber qué le está pasando.

Algunos factores que afectan a la maduración del sexo gonádico y genital son:

Herencia: la edad de maduración se proyecta en la familia. Lo que fue la experiencia de la madre, precoz o no, puede ser la de la hija.

Inteligencia: las niñas de inteligencia superior maduran
sexualmente un poco antes que aquellas cuyo índice intelectual
corresponde al término medio o es inferior a éste.

Salud: la buena salud, debida a un adecuado cuidado prenatal y postnatal, deriva en una maduración más temprana.

Nutrición: una dieta en la que predominan las proteínas da
como resultado una maduración precoz. Algunas investigaciones en curso
encuentran una relación estrecha entre el desarrollo precoz y la
ingestión de alimentos vegetales y animales estimulados con hormonas.

Status socioeconómico de la familia: cuanto mejor es el
medio socioeconómico, tanto mayores son las posibilidades de una
maduración temprana. Como consecuencia de una atención médica
deficiente y de una nutrición por debajo de lo normal, las niñas
criadas en ambientes socioeconómicos deficitarios maduran a menudo más
tarde, tal como sucede con las provenientes de medios rurales.

Tamaño y conformación del cuerpo: las niñas más altas y gruesas alcanzan antes la madurez sexual.

Las niñas muestran ventajas y desventajas de una maduración
temprana o tardía; estas manifestaciones son menos definidas en ellas
en relación con los muchachos. Veamos algunos posibles efectos en el
caso de maduración precoz:

1. A diferencia de los muchachos, las chicas, por lo general,
presentan perplejidad ante los cambios prematuros produciendo en ellas
cierta desadaptación a su entorno, manifestada en sentimientos de
inseguridad y cohibición; suelen ser menos expresivas y sociables y más
introvertidas y tímidas que las que maduran más tarde; se pueden sentir
menos atractivas porque las formas más redondeadas que aparecen con la
pubertad chocan con los actuales estándares culturales de belleza que
enfatizan la delgadez.

2. Puesto que son más grandes que los chicos y más dominantes que
las otras chicas, las niñas que maduran más temprano pueden tener
problemas por sentirse muy maduras; el proceso de trabajo para
solucionar estos problemas puede ofrecerles una valiosa experiencia
para enfrentarse más tarde con problemas en la vida. Algunos
investigadores, en efecto, han encontrado que las niñas que maduran más
temprano se adaptan mejor a la vida adulta. Es muy posible que sus
problemas sean una reacción a las actitudes de los demás, especialmente
de sus padres y profesores, que, por ejemplo, pueden tratar más
estrictamente y desaprobar más a las niñas que tienen un cuerpo más
maduro físicamente que a las niñas menos desarrolladas.

3. Sin embargo, la cultura actual, que exalta el valor del cuerpo a
través de los medios de comunicación, estimula y promueve la temprana
presunción de sus caracteres sexuales irrumpiendo en el proceso natural
de madurez psicológica y quemando etapas.

Maduración tardía: es verdad que le afecta también a la niña
verse diferente del resto de sus amigas, con un físico poco
desarrollado, y puede sentir por esto apocamiento y timidez, y cierto
rechazo por los chicos y por sus propias compañeras, en las actividades
sociales por falta de sofisticación; autorrechazo debido a las
actitudes sociales, poco favorables. Pero en este caso, otras
cualidades de carácter, intelectuales o deportivas de la chica pueden
hacer mucho más llevadera su maduración tardía. Y en cualquiera de los
casos, es difícil generalizar, pues los efectos de una maduración
temprana o tardía en las adolescentes dependerán en gran parte de cómo
ellas mismas y la gente en su mundo las interpreten.

4. Elementos de educación sexual que no pueden faltar:

1. Es muy importante enseñar a las adolescentes, en el momento y el modo adecuado, la diferencia entre sentir una sensación y consentirla.
En el caso de la chica, su impulso sexual más que físico es emotivo, y
le lleva a la curiosidad sobre su propio cuerpo y el del muchacho, a la
exploración corporal, a la conversación morbosa y a la fantasía
erótica; debe aprender a ordenarlo hacia el respeto incondicional al
propio cuerpo y a la dignidad del prójimo encauzando así esta fuerza
hacia un amor verdadero, entendiendo que esas tendencias son, a los
ojos de Dios, algo natural si no se consienten en esos momentos.

2. La menarquia (primera menstruación): desafortunadamente, en el
pasado se hizo énfasis en el aspecto negativo de la menarquia por lo
incómodo y embarazoso que resulta para las niñas. La menstruación ha
sido en el pasado tema tabú. Nuestra cultura trata este acontecimiento
como una crisis higiénica, que produce ansiedad en las niñas acerca de
su limpieza, pero no les produce orgullo por su feminidad. Hoy, aunque
muchas niñas tienen sentimientos confusos ante este hecho, otras lo
toman con naturalidad, incluso, a la ligera. Es muy cierto que cuanto
mejor preparada esté una niña para la menarquia, sus sentimientos serán
más positivos y experimentará menos angustia.

5. Modificaciones psicológicas y sociales:

Es la época en que se cuestionan sobre su propia personalidad e individualidad. Desean definirse en autonomía
de sus padres. Entran en conflicto con sus padres y con todas las
personas que implican una autoridad establecida. Esto es algo normal,
ya que lo que busca el adolescente es tomar iniciativas, tener un mundo
íntimo y situarse entre los adultos como igual. Quiere ser libre, es
decir, responsable de sí mismo, ser dueño de sí con todas sus
consecuencias.

La característica dominante en esta etapa es la ambivalencia; pasa
del afecto a la hostilidad, de la docilidad a la rebelión. Desea entrar
en el mundo de los adultos y al mismo tiempo siente temor ante una
realidad que le es desconocida. En realidad nos encontramos con un
chico o chica que sabe que no es ni infante ni adulto, no logra
descubrir con serenidad su papel, su lugar, y lo busca hacia arriba con
deseo y temor a la vez. Quiere crecer y madurar, pero al mismo tiempo
esto le causa temor e inseguridad, porque sabe que dejará de tener a
sus padres detrás, que deberá hacerse responsable de sus decisiones y
opciones, que se enfrentará con elecciones que tendrá que resolver
solo; todo esto, en un marco confuso: no se comprende a sí mismo, no
comprende sus propios cambios de humor, le preocupa el cambio por el
que está pasando su organismo, no se siente a gusto en un cuerpo que ha
crecido demasiado rápido y con el cual se mueve torpemente. Además la
maduración en los distintos aspectos de la persona ocurre cada vez con
mayor diferencia: la madurez física, intelectual y afectiva no son
concomitantes; y si a esto le agregamos una genitalidad en pleno
hervor, nos encontramos con un niño en un cuerpo de adulto al que no
sabe aún controlar.

Otro elemento que debemos considerar es la mala fama que se
le ha hecho a esta etapa. Hoy los padres temen el momento en que sus
hijos lleguen a la adolescencia, los maestros se reconocen en
dificultades y las autoridades hablan de la problemática de la
adolescencia. Los niños no son impermeables a esta campaña
publicitaria. Desde los ocho o nueve años escuchan que sus hermanos o
primos mayores han entrado en la difícil edad de la adolescencia, oyen
frecuentemente que nadie comprende al adolescente, ni siquiera él mismo,
son testigos de las discusiones con los padres, de la actuación de las
pandillas o grupos de amigos, de las rebeliones y cambios de hábitos y
costumbres. Vienen con la idea de que eso es lo normal a esa edad.

La pubertad es propiamente el momento de crisis moral y humoral,
con oscilaciones de temperamento y carácter. Es el momento de
cristalización de la personalidad. Después será posible variarla para
mejor o peor pero no cambiarla substancialmente. Está claro que todas
estas divisiones son aproximadas, pues en los adolescentes se dan
variaciones individuales mayores que en la niñez.

En la adolescencia se dan las dos tendencias fundamentales de
apertura a los demás y de búsqueda y afirmación de sí mismo. En esta
etapa, la apertura a los demás, surge ya no sólo como amistad sino como
amor, especialmente amor sexual, ya que es un instinto que despierta
con fuerza.

El adolescente llega poco a poco a la madurez en el amor, gracias a
una serie de pasos sucesivos. Primero dirige su atención a sí mismo,
después hacia los otros, buscando inicialmente la amistad con los de su
propio sexo, después con los del otro, lo que desembocará en la
juventud o madurez en la elección de una pareja estable.

Esta sucesiva evolución no supone que el hombre deba caer en una
serie de desviaciones sexuales, y mucho menos que éstas ayuden a
alcanzar un amor verdaderamente adulto, maduro. La afirmación de sí
mismo no debe confundirse con el narcisismo y la masturbación, ni la
amistad con compañeros con la homosexualidad, ni la amistad y más
adelante el noviazgo con personas de otro sexo con la prostitución y el
amor libre. Estas desviaciones no sólo no significan progreso para la
afectividad en los psicológico y moral, sino que son un verdadero
retroceso que impide o dificulta la superación de la egosexualidad y la
llegada a una heterosexualidad madura, adulta y generosa.

Actualmente se postulan algunas teorías que dicen que la búsqueda
de mayor amistad con el mismo sexo es señal inequívoca de
homosexualidad y que debe impulsarse al adolescente, que se encuentra
envuelto en sentimientos confusos sobre sí mismo, a aceptarla y vivirla
casi como si estuviese predestinado a ello. O en dirección contraria,
el impulso y la atracción sexual hacia personas del sexo opuesto no
puede ni debe ser sujetada por principios y normas valóricas, porque
podrían crear fuertes traumas. Y en nombre de esta defensa de la salud mental se postula y promueve el sexo libre, o más bien libertino.

Todo esto causa confusión y graves problemas a los adolescentes. En
otras palabras, se les está diciendo que ellos son incapaces de dominar
sus impulsos, que es mejor que ni lo intenten. Se duda de su fuerza de
voluntad y decisión sin ofrecerles una posibilidad y ayuda para
demostrar realmente su gran capacidad. Obviamente si antes no se les
dan recursos y medios para fortalecer su voluntad y formar su
conciencia, no podrán en estos momentos salir adelante sin grandes
dificultades.

Necesitan claridad de parte de sus padres y formadores. Son
capaces, si les explica, de vivir la abstinencia sexual. Hay algunas
características propias de esta edad que les ayudan: viven una dualidad
respecto a su sexualidad: ante los adultos y extraños son pudorosos, en
grupos pequeños y con los amigos suelen ser desinhibidos. La
masturbación comienza en estas edades. La mayor dificultad que tiene el
adolescente es la cantidad de información sexual incorrecta o
incompleta que reciben de sus compañeros mayores y del mundo que les
rodea, en parte porque está saturado el ambiente, pero también porque
no la reciben a tiempo de sus padres y formadores que son los que deben actuar antes.

El riesgo mayor en esta edad es que lleguen a separar por completo
la satisfacción física del amor humano y espiritual, aprendiendo a
separar el acto sexual de sus fines y justificación.

Padres y educadores deben, ante todo, querer profundamente a los
adolescentes. Decirles que sus dificultades son normales y que ellos
pueden superarlas. Hay que impedir un sentimiento excesivo de
culpabilidad, ayudarles a encauzar sus ímpetus, encontrar la justa
medida y dirigir sus deseos y necesidades de cariño y atención hacia
formas más maduras.

Es muy importante estar cerca, especialmente los padres. Los
impulsos sexuales despiertan con fuerza e intensidad por momentos; si
el adolescente tiene a quien recurrir, estará en menor peligro que uno
que no encuentra a nadie cercano. Que los adolescentes sepan que sus
padres están dispuestos a ayudarles, a ofrecerles apoyo, a escucharlos
y colaborar en su esfuerzo por madurar correctamente. Hay que hablar
con ellos sin atosigar, porque aunque parece que no están escuchando
todo entra y cala. Especialmente si desde antes existía una buena
comunicación con los padres.

Hay que dirigir sus energías hacia algún deporte,
actividades al aire libre, etc. Tienen mucha energía aunque por
momentos se sientan cansados ya que el crecer consume mucha energía.
Son muy adecuadas actividades en grupos con líderes positivos algunos
años mayores que ellos; pueden encauzar sus energías, les ofrecen
modelos adecuados y positivos y les demuestran que, al contrario de lo
que dicen la televisión y las revistas, es posible la vivencia de la
castidad.

6. Otras consideraciones:

En esta edad comienzan las dudas y los cuestionamientos en materia
religiosa y moral. Se les hace difícil aceptar cosas que no ven o que
van en contra de lo que sus instintos les dicen o piden. El ambiente
tiene además mucha fuerza y en general se opone a los valores y
tradiciones que les dio la familia. Además uno de los mayores defectos en esta edad es la falta de fuerza de voluntad y el escaso espíritu de lucha frente a las adversidades.

Aquí la figura del formador (padres o maestros) es muy importante.
Debe encontrarse cerca, fomentar el trato personal, estar abierto a las
consultas individuales y al diálogo; ser capaz de tranquilizar,
de enriquecer, de guiar, de aclarar dudas; todo esto colabora en la
adquisición de una personalidad madura y auténtica. Es muy importante
calmar sus angustias, ya que se desesperan fácilmente. Hay que
ayudarles a encontrar una forma equilibrada y estable de obrar, alejada
de los extremos.

La oposición hacia los padres es fuerte y a menudo tienen algunos
argumentos de razón, ya que por las dificultades propias de la edad,
sería extraño encontrar un padre o una madre que jamás haya errado.
Pero los errores paternos tienen menos importancia, si los adolescentes
saben que sus padres se equivocan porque los quieren y buscan lo mejor
para ellos. Si los padres los educan con amor y testimoniando este amor
entre sí y hacia sus hijos, los adolescentes suelen rebelarse, peor no
en gran escala ni por mucho tiempo, y aceptan de mejor grado los límites a su libertad.

Los padres deben ser conscientes que son la fuente principal de
influjo de los hijos. Por eso es tan importante la presencia cercana de
ambos, el testimonio de amor verdadero entre padre y madre y hacia los
hijos, de respeto mutuo, de comprensión y ayuda. La educación supone
tiempo y esfuerzo, no es instantánea ni se da por sí sola, aunque si
existe vida familiar podemos decir que sí se transmite bastante por
osmosis. Una familia estable y serena, en la que todos se saben amados
y aceptados como son, a la que es posible acudir en momentos de
necesidad es la mejor garantía para que los hijos lleguen a una
juventud y madurez serena y estable.

7. Medios que los padres pueden utilizar:

- Generales: oración, testimonio y consejos (siempre
necesarios, la oración para alcanzar la gracia y la luz necesarias; el
testimonio porque es lo único que arrastra y los consejos porque ellos
los necesitan y no siempre se atreven a pedirlos).

- Fomentar conversaciones personales con los adolescentes,
profundizar en temas y cuestiones que a ellos les interesen, estar
presentes en los momentos importantes: presentaciones deportivas o
artísticas, fechas claves, etc.

- Hablar con claridad y con argumentos y razones. A estas edades ya
no es posible darles una negativa sin explicarles las causas.
Inicialmente puede que no la acepten o finjan no aceptar, pero en su
interior perciben que los padres buscan su bien.

- Llevarles a hacer opciones personales. La conversación no debe
ser neutra, debe llevar a los adolescentes a un compromiso, a una
opción de vida. Ayudarles a juzgar los hechos o comportamientos (nunca
las personas) y a optar por una forma de conducta sana.

- Crear momentos de encuentros personales y conversaciones
profundas: salir a cenar con uno de los hijos, quedarse a solas cuando
los demás se han ido a dormir, esperarlos despiertos de una fiesta para
preguntarles cómo les fue, quiénes estaban presentes, con quiénes
estuvo, etc. Nunca recriminar por la hora o reclamar por algo.

- Nunca asombrarse u horrorizarse por las confidencias que hagan,
ser claros al dar un juicio, pero hacia el acto, nunca juzgarlos a
ellos. Si ante una confidencia reaccionamos exageradamente, nunca
volverán a abrirse.

- Fomentar las actividades recreativas al aire libre y en grupos y
ambientes sanos. Los amigos, y principalmente el líder del grupo,
tienen mucha influencia en las opciones que hacen los adolescentes.

- Conocer el grupo de amigos, invitarlos a casa y dejándolos en
libertad de organizarse a su estilo y gusto dentro de las normas de
conducta que se pide respetar en casa. Siempre es mejor que se
diviertan en casa donde están los padres (aunque estos permanezcan la
mayor parte del tiempo en otra sala o habitación).

- Saber ser amigos de los amigos de los hijos. Cuando los amigos
sienten admiración, respeto y cariño por los padres de un adolescente,
éste puede ver cualidades que de otra forma no vería. Ser amigo de un
adolescente no significa comportarse como otro adolescente sino
demostrar comprensión, respeto por sus opiniones y asuntos sin perder
de vista lo correcto o incorrecto, ser claros y firmes, demostrarles
confianza sin ponerlos en situaciones peligrosas.

8. Explicando la menarquia y el desarrollo en los niños

La edad normal en que comienza el desarrollo son los 11 a 12 años,
aunque hay niños que se adelantan y otros que se atrasan. Siempre hay
algunas pistas que nos permiten saber que el momento se acerca, como el estirón,
el inicio de la aparición de caracteres sexuales secundarios
(crecimiento de senos en las niñas, aparición de vello en axilas, etc)
y es importante que los niños lleguen preparados, sabiendo que es una
etapa normal del desarrollo, que indica que están creciendo, madurando
y en camino a hacerse adultos.

Actualmente se habla y se dice de todo delante de los niños, y
muchos saben más de lo que sus padres creen e incluso en ocasiones, más
que los propios padres. Pero esto no significa que estén realmente
preparados y formados. Saber mucho no es lo mismo que valorar
correctamente. La niña no sólo debe saber que tendrá menstruaciones
regularmente, sino que ello significa que su organismo se está
preparando para la posibilidad de ser madre, que su sexualidad es un
tesoro que debe reservarse para la persona adecuada y que las molestias
que pueda sentir son normales y no deben preocuparla. De la misma
manera el chico debe saber que puede comenzar a sentirse excitado
frente a imágenes, ideas, conversaciones; que tendrá poluciones nocturnas
que son normales; pero que todo esto no significa que debe dar rienda
suelta a su deseo o a sus instintos, sino que su capacidad sexual que
ha despertado es un don con el cual puede dar vida y que debe cuidar y
defender de todo aquello que desee ensuciarlo o pervertirlo.

La mamá sigue siendo clave, pero el papá puede y debe comenzar a
desarrollar un papel importante en la educación de sus hijos. A los
hijos varones, puede explicarles y enseñarles desde el punto de vista
de otro varón, es decir, de hombre a hombre, que la vivencia
sana y madura de la sexualidad implica saber dominarse y contener el
impulso de la excitación surgida; que el verdadero respeto y cariño
hacia las mujeres y hacia la mujer con la que algún día formará un
hogar, requiere que él aprenda a abnegarse y a buscar siempre lo mejor
para ambos en una relación de cariño. A una niña, su papá puede
enseñarle a darse cuenta qué actitudes, palabras y acciones pueden ser
provocativas, a asimilar que aunque no lo digan, los chicos desean para
compañera de su vida a una joven que se respete a sí misma y que ayude
al varón a respetarse y respetarla. Además éste es un excelente momento
para fortalecer una relación padre-hija, padre-hijo hasta entonces un
poco en segundo plano.

El cómo y cuándo deben escogerse en cada caso. Es bueno hacerlo
cerca de los 9 años, ya que a esa edad pueden comprender, aún hay
tiempo y su curiosidad es muy científica. Para explicar la menarquia, a
las niñas se les puede decir que en el paso de niña a mujer, su cuerpo
adquiere la capacidad de tener un bebé. Ella ya sabe que durante nueve
meses las mamás llevan a los bebés en su vientre, dentro de un órgano
especial que se llama útero. Para que el bebé pueda permanecer ahí, el
útero debe prepararse y lo hace cada mes, cuando prepara un nido
para alojar a un posible bebé. Es una especie de entrenamiento para
cuando ella crezca y forme su familia. Ese nido está formado
especialmente de sangre y hay que cambiarlo mensualmente. Durante
algunos días del mes, el útero se limpiará del nido viejo expulsando
sangre, pero en pequeñas cantidades y que ella no sufrirá consecuencias
para su salud.

Esta explicación puede acompañarse de figuras y dibujos (hoy son
muy fáciles de encontrar en las librerías). Si la niña pregunta cómo el
útero sabe que no hay un bebé o cuándo sí se produce un embarazo y
cuando no, se le puede explicar que los hombres y las mujeres producen
unas semillas, que deben unirse para que se forme un bebé. Esto ocurre
en el matrimonio y cuando esto pasa, el bebé se queda en el nido y el
útero no expulsa la sangre, porque hay un bebé alojado en él.

Aproximadamente a los 11 ó 12 años ya es necesario explicarles la
relación sexual, aunque no necesitan excesivos detalles. Se le puede
decir que en ocasiones papá y mamá desean demostrarse de forma especial
su amor y tener un bebé, para esto papá introduce en el útero de mamá
sus espermatozoides (en esta edad ya se puede hablar de espermatozoides
y óvulos). Lo hace por medio de su órgano sexual (o pene o como
acostumbren llamarlo en la familia, nunca despectivamente) en el órgano
de mamá, que es la vagina, cuya abertura está cerca del orificio por
donde ella orina. La vagina y el útero están conectados y por ellos es
posible que se unan ambas células (óvulo y espermatozoide) para formar
el futuro bebé.

Juventud (entre los 16 a los 25 aproximadamente)

Va desde los 16 a los 25 aproximadamente. Es el período en que se
perfecciona la regulación de impulsos y se escoge el estado profesional
antes de contraer matrimonio.

Una de las características principales, que se inicia en la
adolescencia y continúa hasta poco antes del final de la juventud, son
las oscilaciones. Son disposiciones periódicas que conducen a los
jóvenes de un extremo a otro. Pueden depender de la química corporal
(hormonas), de las disposiciones genéticas, de factores que perturban
el equilibrio físico o psicológico (enfermedades, cansancio, estrés,
etc.) además de la transformación de su cuerpo, normal para la edad.

Pasa del idealismo puro y sacrificado a la entrega a sus instintos
y pasiones; de la obediencia ciega a la rebelión contra toda autoridad;
del optimismo a la melancolía; de la seguridad en sí mismo a la más
completa inseguridad; del trabajo infatigable a la pereza. Es la edad
de los ensueños, de los enamoramientos, de las pasiones, dirigidas a
veces hacia alguien del mismo sexo a quien admiran (sin significar homosexualismo)
o al sexo opuesto. Sentimientos cambiantes o tormentas afectivas que
irán apaciguándose poco a poco para dar paso al amor maduro, adulto,
orientado ya hacia una persona del sexo opuesto.

Los primeros años de la juventud se caracterizan por la falta del
sentido de continuidad: se vive para el momento presente, con la
constante tentación de vivir al día dejando que los acontecimientos
marquen el ritmo. Incluso su idealismo lleva consigo una buena dosis de
inmadurez, fantasía y carga afectiva, por lo que tarde o temprano se
desvanecen. Los ideales que vienen desde la adolescencia se van
perfilando y haciendo más realistas, aunque no dejan de ser
ideales y no deben desaparecer sino permanecer vigentes como modelos de
perfección que los estimulan a crecer según sus valores y a dar lo
mejor de sí mismos.

En el ámbito religioso la juventud es el momento en que se termina
de fraguar la opción. Puede volver a los valores y las prácticas
religiosas que recibieron en la infancia o decidir por otra diversa o
por ninguna. Claramente lo importante es lo que hayan recibido antes y
el testimonio de coherencia de los adultos que están a su alrededor. El
problema no es la aparición de dudas, sino la imposibilidad de
resolverlas adecuadamente, ya sea por falta de formación o por la
incoherencia que ven a su alrededor.

Y la religión es importante. La vivencia de una fe que exige
compromiso, coherencia, responsabilidad, sacrificio y abnegación es una
ayuda para los jóvenes. Todas estas actitudes de fondo son
imprescindibles para vivir con madurez y coherencia la propia
sexualidad. Cuando hay razones superiores y trascendentes, serán
recursos adicionales que ayudan a superar momentos difíciles, a evitar
peligros innecesarios, a cuidar el ambiente y las amistades.

Pero como decíamos antes, es difícil en esta edad dar lo que no se
tuvo durante todos los años previos. Siempre puede producirse una
conversión, pero será más costosa y le impide gozar de la proximidad de
Dios y su gracia hasta que ocurre. La vivencia de la fe no debe
plantearse nunca separada de la formación integral y es algo que padres
y formadores deben tener claro. No significa obligar a creer, sino
ofrecer la posibilidad de creer y las herramientas para hacerlo a
fondo. Y uno de los mejores medios es, como ya hemos dicho, el
testimonio de aquellos que les rodean.

En esta etapa los planes y proyectos de vida van madurando y se van
dando los pasos en la realización de ese proyecto. Se escoge carrera,
se realizan los estudios universitarios o técnicos, la inmensa mayoría
vive aún con los padres, comienza el noviazgo y se construye la
estructura de la vida futura.

Para poder realizar todo esto con expectativas de éxito, los
jóvenes requieren: madurez humana, madurez intelectual, voluntad
formada, jerarquía de valores sólida y establecida de acuerdo a unos
principios propios. En pocas palabras, ser personas maduras. Hace poco
escuché una definición de madurez que me gustó: la madurez es la constancia en el amor.
Y es verdad, quien es maduro es constante pese a las dificultades y a
los tropiezos. El hombre y la mujer maduros hacen opciones definitivas
y serán coherentes con ellas y con los valores y principios que las
fundamentaron. Si esta madurez es requisito para superar la juventud,
lo es mucho más para llegar a la plenitud de la vivencia de su
sexualidad en esta etapa.

Cuantas relaciones formales e incluso matrimonios fracasan por
inmadurez de uno o de ambos. Y esto ocurre cada vez con mayor
frecuencia en los primeros años de matrimonio, a veces incluso antes
del primer aniversario. Son jóvenes que llegaron a esta etapa sin
formarse adecuadamente y aún se dejan llevar por sus impulsos, por sus
instintos, por los sentimientos. Incapaces de hacer algún sacrificio en
aras de un bien mayor, no logran decir no a sus instintos ni a sus
tendencias. En definitiva no saben amar. Porque el amor es donación, el
amor es entrega generosa e incondicional, el amor es darse sin esperar
nada a cambio. Y esto sólo es posible para quien ha madurado.

Los problemas más frecuentes en esta etapa, en el área de la sexualidad, son:

- la elección de pareja

- la sexualidad en el noviazgo

- la elección de un método de regulación de la fertilidad

A los padres y formadores les corresponde escuchar y aconsejar
desde la experiencia. No quieren cifras y pruebas científicas, aunque
también ayudan, quieren que les hablen de lo que han ganado a través de
sus años de vida. Esa experiencia de vida de la que los padres poseen
buena dosis. Hay que escuchar, escuchar mucho y bien, prestando
verdadera atención; y luego, hablar. A veces pocas palabras bastan, las
necesarias y justas en el momento. Y luego acompañar, estar cerca para
apoyar la decisión que el joven maduramente ha tomado.