Según
la teoría de Dobson, es muy bueno para el niño recibir los oportunos
castigos o probar el amargo sabor del aceite de resina. Su posición
nace de la simple naturaleza. Constatamos que si el niño agarra una
perola caliente, se quema; y que si mete los dedos por los agujeros del
contacto, recibe una descarga nada agradable. De la misma manera, si el
niño se comporta mal, recibe el castigo.
No quisiera yo llegar a la fácil conclusión de que debemos
comprarnos cuanto antes un buen garrote o una mini cámara de torturas
casera como nuevo método educativo. Sólo quiero destacar la importancia
de saber exigir y mantener la firmeza necesaria ante las situaciones
educativas que encontramos cada día.
Muchas veces, los primeros que cedemos y nos cansamos ante la
exigencia, somos los mismos educadores. Hemos pedido a nuestro hijo que
haga la tarea... y, como no la hace, pues ya no le insistimos. Hemos
exigido que la hija llegue a casa a una hora determinada y, como arma
un escándalo tormentoso, acabamos por acceder...
Necesitamos exigirnos primero los educadores la fuerza para
mantener nuestras posiciones. Por eso, como estoy planteando algo nada
fácil, le confieso un pequeño secreto: la fuerza nace de cumplir uno
mismo con dos cosas cada día: puntualidad y acabar lo que me he
propuesto hacer. Es duro, pero nos robustece como el deporte fortifica
el corazón.