Sin alarmismos innecesarios y sólo desde mi condición de cristiano y español de a pié, quiero lanzar un grito de alerta, por lo que, de no poner pronto y eficaz remedio, se nos viene encima al catolicismo español.
Los sociólogos, los pastores de la Iglesia y algunos políticos y profesionales de la información, vienen detectando, desde hace algún tiempo, signos preocupantes de la imparable y progresiva descristianización de la sociedad española.
Mientras la ocupación y preocupación primordial de la gente y clase política en general, gira sobre la economía, el paro, la seguridad ciudadana, la emigración, los nacionalismos etc...;apenas casi nadie repara ni levanta su voz, para denunciar la degradación moral, los ataques a la familia, la carencia de valores éticos, trascendentes y religiosos sobre todo en los jóvenes y el absentismo y descenso de la práctica religiosa en el pueblo llano.
En modo alguno parece exagerado afirmar que España es hoy, quizás más que nunca, un país de misión. Poco a poco la idea de Dios se va difuminando; algunas leyes vigentes contradicen sus mandamientos; éstos son pisoteados, privada y públicamente; el Magisterio de la Iglesia preterido o arrinconado; el materialismo, paganismo, increencia e indiferencia religiosas van en aumento por todas partes...
¿Se piensa, responsablemente, hacia dónde caminamos por estos derroteros?. ¿Hay alguien, como los antiguos profetas, que avise de las consecuencias desastrosas que vamos a sufrir personal y colectivamente al perder el rumbo y sentido trascendente de la vida?.
Estoy seguro que la masonería, los que mueven los hilos de la política, de la economía y de la información y medios de comunicación nacionales e internacionales, sí que saben bien hacia donde se camina al dar la espalda a Dios.
Nos entretienen con las grandes palabras, la presentación de abundantes ídolos del lujo, del bienestar material, del culto al cuerpo, de la política mediática, de las ilusiones del placer efímero, del progreso indefinido y de la felicidad plena al alcance de la mano...
Yo espero que todavía estemos a tiempo de corregir el rumbo que llevamos, de tomar conciencia personal y colectiva de nuestro paso por la vida y de que las inteligencias más lúcidas y responsables de la sociedad y de la Iglesia católica españolas, sin miedos ni dilaciones, lideren ,con la ayuda de Dios, los caminos a seguir en nuestra España.
El futuro feliz o desgraciado está aún en nuestras manos. No hay tiempo que perder.