Hoy mismo se cumplen 10 años del atentado en el World Trade Center de Nueva York. Sin duda, fue un hecho que cambió drásticamente la historia contemporánea: Estados Unidos inició dos invasiones militares, que parecen nunca acabar; se economía está endeudada; y la seguridad es un tema de psicosis entre sus ciudadanos. Pero hay un tema que también ha dado un giro y pocos lo han percibido: los valores.
Aunque no otorga la suficiente perspectiva histórica, una década es bastante tiempo, y por eso nos permite analizar algunos cambios en la mentalidad de occidente. Uno de ellos es muy sutil, y consiste en que ya nos acostumbramos a la Guerra.
A diferencia de otros conflictos bélicos, en los que cada joven en edad militar era llevado al frente, ahora jóvenes y mayores contemplamos las guerras y sus horrores por televisión o por internet. Es parte de nuestro día escuchar el “parte de guerra” tanto de Afganistán e Irak como de nuestro País. Cada día nos enteramos de coches bomba, de atentados… y de ejecutados.
Otro efecto invisible también pero más dañino, es que los atentados a las Torres gemelas cambiaron “de facto”, nuestra noción de justicia. La palabra “terrorismo” se convirtió en sinónimo de la maldad más despiadada, respecto a la cual se justificaría cualquier acción que nos pudiera librar de ese flagelo.
Desde entonces, en la práctica, la “justicia” se entiende ahora como la “destrucción” del terrorismo. Es una versión actual del adagio (nada ético) “el fin justifica los medios”. Así, Estados Unidos invadió Afganistán para buscar talibanes, Irak para buscar armas nucleares (que nunca aparecieron) y permitió la tortura en Guantánamo. De igual manera, Hussein fue a la horca y Bin Laden fue asesinado por tropas de élite.
Cuando lo importante es “destruir el terrorismo”, y pasan a un segundo plano el derecho internacional y los derechos humanos; cuando los daños a los civiles son considerados simples “daños colaterales”, nos damos cuenta que, al desplomarse el World Trade Center, la nube polvo blanco y los escombros sepultaron también muchos valores humanos y cristianos.
El llamado “Ground Zero”, para algunos, es el tótem que justifica la guerra, la deuda económica y las medidas extremas de seguridad en los aeropuertos. El miedo ha cambiado la vida de Estados Unidos y de todo Occidente. Y por miedo, se justifica todo lo que destruya la fuente del terror.
Brendan O’Neill, editor de “Spiked”, señala que en este décimo aniversario la tendencia es fijarse sólo en lo que pasó aquel día, evitando así lo realmente importante del 9/11. Él se refiere al análisis de la actual política estadounidense, pero también se puede aplicar su crítica al plano ético: mientras hoy muchos se centran en si el terrorismo ya fue eliminado, pocos se detienen a observar que hemos sustituido la justicia por la venganza, a nombre de la seguridad.
Queda por delante una gran tarea, que pone a prueba toda la cultura de Occidente: resolver cómo perseguir a los grupos criminales internacionales, sin atropellar los derechos de los otros Pueblos, sin destruir la esencia de la justicia, ni convertirla en “tapadera” de la venganza.
No defiendo a los terroristas, ni pido que los dejen en paz. Lo que sí defiendo, en cambio, es nuestra civilización, porque cuando odiar al enemigo se vuelva parte de nuestra vida y de nuestra sociedad, cuando la justicia sea una venganza legalizada, ese día la raíz cristiana de Occidente se habrá secado, y habremos vuelto a las cavernas.