El hombre actual vive de tal modo inmerso en lo material, que no le queda tiempo para plantearse , tan siquiera , las preguntas más trascendentales de su existencia.
El hombre actual vive de tal modo inmerso en lo material , que no le queda tiempo para plantearse , tan siquiera , las preguntas más trascendentales de su existencia : ¿qué es la vida ?, ¿qué hago en la vida ?, ¿qué hago con mi vida?. Las ocupaciones y preocupaciones principales, giran casi todas, alrededor de lo efímero, lo caduco, lo transitorio y lo banal .
Con razón dice la Escritura que “los pensamientos del hombre son insubstanciales”. Nos apasionamos los humanos, de tal modo, por las apariencias de las cosas, que perdemos de vista la realidad de las mismas. Lo presente nos oculta lo venidero; lo terreno, vela lo trascendente y lo efímero, lo eterno y lo definitivo . Necesitamos, de vez en cuando, un fuerte sacudimiento, que nos centre en lo esencial ; despertar del sueño, y encararnos con la auténtica realidad.
A muchos, les da miedo la soledad ; huyen de sí mismos, alocados, en busca del sentido de sus vidas. Desconocen, precisamente, que es en el interior de cada uno, donde el hombre debe encontrarse a sí mismo y orientar adecuadamente su vida y porvenir .
Ojalá supiésemos todos aprovechar las no raras ocasiones que nos depara el devenir de nuestros días, para encontrar la paz interior. Quizás lejos del bullicio y del ruido circundantes, en la soledad, lectura, contemplación y silencio , hallaríamos algo que mereciera la pena : a nosotros mismos y el sentido último de nuestra vida.