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Conocimiento de Dios

El origen de todos los males personales y colectivos que nos afligen, está en el desconocimiento de Dios. El Señor ha dotado al hombre-único ser racional- de inteligencia, para que guiado por ella, le descubra a través de las obras de la naturaleza y de toda la creación.

El fin último de toda persona es trascendente. Debe reconocer a Dios como su Señor y Creador. Todo hombre, dada su condición de criatura, debe rendir a Dios cumplida adoración y obedecer su santa Ley. En ella encontrará su plena realización presente –(terrena)- y futura -(salvación eterna)-.

El conocimiento de Dios lleva a la fe. El desconocimiento de Dios conduce a la incredulidad. Hoy como en el pasado de Israel, resuena la voz del profeta: ”Mi pueblo perece por falta de conocimiento”.”No hay conocimiento de Dios”(Os.6,6). Al faltar el conocimiento se oscurece la fe. La oscuridad y las tinieblas del mal y del pecado se ciernen sobre la mente y el corazón de los hombres. Ahora bien, donde no hay fe no hay moral y donde no hay moral, la sociedad se corrompe y se derrumba estrepitosamente.

No hace falta mucho razonamiento para percibir las naturales consecuencias de la falta de fe y de moral de una sociedad corrompida. El todo vale es la norma suprema. La trascendencia queda anulada por el deseo de dinero, bienestar y bienes caducos. Todos los valores trascendentes han sido reemplazados por los valores inmanentes y sólo cabe agarrarse, como a un clavo ardiendo, a lo efímero, a lo intrascendente y a lo material.¡Pobre sociedad donde se ha llegado a esta suplantación y subversión de valores¡.

No merece la pena apostar por ella ni por su futuro.