Es claro que aún cumpliendo las mejores leyes, se puede llegar a situaciones injustas y rocambolescas como el caso presente. Todo ocurrido bajo capa de normalidad y amparada la protagonista, por la más estricta legalidad.
Un matrimonio con dos hijos pequeños, tiene problemas de convivencia. Ni mayores ni peores que los de tantos otros. Con el dinero del esposo se compró el piso de la familia. La mujer se acoge a la ley del “divorcio exprés” y se divorcia de su marido. Mantiene relaciones homosexuales con otra mujer. Legalizan su situación como pareja de hecho y van a vivir al domicilio del esposo.
Los hijos y el piso pasan, por sentencia del juez, a la madre, que convive con la otra mujer. Los niños son adoptados por ambas féminas, quienes ejercen como dos madres.
A todo esto, el marido queda sin el piso de su propiedad, sin su mujer, que se ha divorciado, y sin los hijos que han pasado a custodia de la ex esposa con su compañera. Todo muy legal y sin que nadie se lleve las manos a la cabeza, pues se ha obrado con la legalidad vigente.
Situaciones como ésta no son raras. El desquiciamiento y la injusticia están servidas. Las personas también pueden sentirse injustamente tratadas con la ley en la mano .