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Cinco mitos que producen niños inútiles


1. Asumir que Pedrito es igual a su padre o abuelo.

Al constatar que nuestro hijo repite una mala conducta familiar
típica, aceptarlo como algo genético y, por lo tanto, inevitable. No es
así.

Salvo nuestro temperamento, rasgos físicos o carencias
(enfermedades, dificultades de coordinación o de aptitudes en ciertas
área) el resto es aprendido conductualmente por imitación. Incluso los
aspectos antes mencionados como recibidos debemos conducirlos,
modelarlos, mejorarlos, educarlos, potenciarlos de manera especial,
pero en ningún caso conformarnos con ellos o aceptarlos sin intentar
mejorarlos.

2. Lo quiero tanto y por eso lo sobreprotejo o regaloneo.

Con esta actitud no le exijo conductas adecuadas ni que asuma responsabilidades propias de su edad porque es tan chico.
Con eso, lo condeno a ser un incapaz, a perder tiempo que podría
aprovechar para capacitarse y sentirse seguro, mientras otros niños sí
son exigidos de acuerdo a su desarrollo. Nuestro hijo deberá
enfrentarse con ellos en la vida diaria y ciertamente se frustrará por
su incapacidad.

3. Le queda tanto tiempo para asumir cosas desagradables, que por ahora no le exijo.

Al eximirlo de deberes propios de un hijo, como levantarse
temprano, ayudar a retirar la mesa o ponerla, no lo estamos preparando
para lo que -seguramente- le tocará vivir.

Con frases de este tipo, estamos proyectando sobre ellos nuestra
propia percepción equivocada de la vida. Seamos realistas y asumamos
con optimismo la vida que nos toca vivir.

4. No queremos que en el Colegio se les exija mucho: queremos que sean felices.

Con eso jibarizamos la mente de nuestros hijos y minimizamos sus
posibilidades reales y potenciales. Estamos hechos para la vida y
mientras antes iniciemos con valentía y exigencias el camino, mejor
será.

5. Pensamos que son muy chicos para entender una orden, un llamado de atención.

Los niños entienden intuitivamente más de lo que creemos, desde muy
temprana edad. Lo que no entienden intelectualmente lo hacen a través
del lenguaje de los gestos (de aprobación o desaprobación, de alegría o
enojo, de angustia, etc.). Debemos siempre comunicarnos con ellos y
explicarles ya sea con lenguaje comprensivo -en etapas de 2 años en
adelante- o bien gestual, que les indique que aprobamos o desaprobamos
sus conductas. Son muy perceptivos. Captan el ambiente en que están muy
fácilmente. Eduquemos siempre, sin dudar de ser entendidos.