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SEGUNDA PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
PRIMERA SECCIÓN:
LA ECONOMÍA SACRAMENTAL
CAPÍTULO
SEGUNDO
LA CELEBRACIÓN SACRAMENTAL DEL MISTERIO PASCUAL
ARTÍCULO 1
CELEBRAR LA LITURGIA DE LA IGLESIA
I ¿Quién celebra?
1136 La Liturgia es
"acción" del "Cristo total" (Christus totus).
Por tanto, quienes celebran esta "acción", independientemente de
la existencia o no de signos sacramentales, participan ya de la Liturgia
del cielo, allí donde la celebración es enteramente Comunión y Fiesta.
La celebración de la
Liturgia celestial
1137 El Apocalipsis de S. Juan, leído
en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono
estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4,2):
"el Señor Dios" (Is 6,1; cf Ez 1,26-28). Luego revela al Cordero,
"inmolado y de pie" (Ap 5,6; cf Jn 1,29): Cristo crucificado y
resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero (cf Hb 4,14-15;
10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que
es dado" (Liturgia de San Juan Crisóstomo, Anáfora). Y por último,
revela "el río de Vida que brota del trono de Dios y del Cordero"
(Ap 22,1), uno de los más bellos símbolos del Espíritu Santo (cf Jn
4,10-14; Ap 21,6).
1138 "Recapitulados" en
Cristo, participan en el servicio de la alabanza de Dios y en la
realización de su designio: las Potencias celestiales (cf Ap 4-5; Is
6,2-3), toda la creación (los cuatro Vivientes), los servidores de la
Antigua y de la Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el nuevo Pueblo
de Dios (los ciento cuarenta y cuatro mil, cf Ap 7,1-8; 14,1), en
particular los mártires "degollados a causa de la Palabra de
Dios", Ap 6,9-11), y la Santísima Madre de Dios (la Mujer, cf Ap 12,
la Esposa del Cordero, cf Ap 21,9), finalmente "una muchedumbre
inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y
lenguas" (Ap 7,9).
1139 En esta Liturgia eterna el
Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de
la salvación en los sacramentos.
Los celebrantes de la
liturgia sacramental
1140 Es toda la comunidad, el
Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza quien celebra. "Las acciones
litúrgicas no son acciones privadas, s ino celebraciones de la Iglesia, que
es `sacramento de unidad', esto es, pueblo santo, congregado y ordenado
bajo la dirección de los obispos. Por tanto, pertenecen a todo el Cuerpo de
la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan, pero afectan a cada miembro de
este Cuerpo de manera diferente, según la diversidad de órdenes, funciones
y participación actual" (SC 26). Por eso también, "siempre que
los ritos, según la naturaleza propia de cada uno, admitan una celebración
común, con asistencia y participación activa de los fieles, hay que
inculcar que ésta debe ser preferida, en cuanto sea posible, a una
celebración individual y casi privada" (SC 27).
1141 La asamblea que celebra es la
comunidad de los bautizados que, "por el nuevo nacimiento y por la
unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y
sacerdocio santo para que ofrezcan a través de todas las obras propias del
cristiano, sacrificios espirituales" (LG 10). Este "sacerdocio
común" es el de Cristo, único Sacerdote, participado por todos sus
miembros (cf LG 10; 34; PO 2):
La Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a
todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las
celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a
la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo
cristiano "linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo
adquirido" (1 P 2,9; cf 2,4-5) (SC 14).
1142 Pero "todos los miembros no
tienen la misma función" (Rm 12,4). Algunos son llamados por Dios en y
por la Iglesia a un servicio especial de la comunidad. Estos servidores son
escogidos y consagrados por el sacramento del Orden, por el cual el
Espíritu Santo los hace aptos para actuar en representación de
Cristo-Cabeza para el servicio de todos los miembros de la Iglesia (cf PO 2
y 15). El ministro ordenado es como el "icono" de Cristo
Sacerdote. Por ser en la Eucaristía donde se manifiesta plenamente el
sacramento de la Iglesia, es también en la presidencia de la Eucaristía
donde el ministerio del obispo aparece en primer lugar, y en comunión con
él, el de los presbíteros y los diáconos.
1143 En orden a ejercer las funciones
del sacerdocio común de los fieles existen también otros ministerios
particulares, no consagrados por el sacramento del Orden, y cuyas
funciones son determinadas por los obispos según las tradiciones litúrgicas
y las necesidades pastorales. "Los acólitos, lectores, comentadores y
los que pertenecen a la 'schola cantorum' desempeñan un auténtico
ministerio litúrgico" (SC 29).
1144 Así, en la celebración de los
sacramentos, toda la asamblea es "liturgo", cada cual según su
función, pero en "la unidad del Espíritu" que actúa en todos.
"En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o fiel, al
desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le
corresponde según la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas"
(SC 28).
II ¿Cómo celebrar?
Signos y símbolos
1145 Una celebración sacramental esta
tejida de signos y de símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación,
su significación tiene su raíz en la obra de la creación y en la cultura
humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela
en plenitud en la persona y la obra de Cristo.
1146 Signos del mundo de los
hombres. En la vida humana, signos y símbolos ocupan un lugar
importante. El hombre, siendo un ser a la vez corporal y espiritual,
expresa y percibe las realidades espirituales a través de signos y de
símbolos materiales. Como ser social, el hombre necesita signos y símbolos
para comunicarse con los demás, mediante el lenguaje, gestos y acciones. Lo
mismo sucede en su relación con Dios.
1147 Dios habla al hombre a través de
la creación visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre
para que vea en él las huellas de su Creador (cf Sb 13,1; Rm 1,19-20; Hch
14,17). La luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el
árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su
proximidad.
1148 En cuanto creaturas, estas
realidades sensibles pueden llegar a ser lugar de expresión de la acción de
Dios que santifica a los hombres, y de la acción de los hombres que rinden
su culto a Dios. Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la vida
social de los hombres: lavar y ungir, partir el pan y compartir la copa
pueden expresar la presencia santificante de Dios y la gratitud del hombre
hacia su Creador.
1149 Las grandes religiones de la
humanidad atestiguan, a a menudo de forma impresionante, este sentido
cósmico y simbólico de los ritos religiosos. La liturgia de la Iglesia
presupone, integra y santifica elementos de la creación y de la cultura
humana confiriéndoles la dignidad de signos de la gracia, de la creación
nueva en Jesucristo.
1150 Signos de la Alianza. El
pueblo elegido recibe de Dios signos y símbolos distintivos que marcan su
vida litúrgica: no son ya solamente celebraciones de ciclos cósmicos y de
acontecimientos sociales, sino signos de la Alianza, símbolos de las
grandes acciones de Dios en favor de su pueblo. Entre estos signos
litúrgicos de la Antigua Alianza se puede nombrar la circuncisión, la
unción y la consagración de reyes y sacerdotes, la imposición de manos, los
sacrificios, y sobre todo la pascua. La Iglesia ve en estos signos una
prefiguración de los sacramentos de la Nueva Alianza.
1151 Signos asumidos por Cristo.
En su predicación, el Señor Jesús se sirve con frecuencia de los signos de
la Creación para dar a conocer los misterios el Reino de Dios (cf. Lc
8,10). Realiza sus curaciones o subraya su predicación por medio de signos
materiales o gestos simbólicos (cf Jn 9,6; Mc 7,33-35; 8,22-25). Da un
sentido nuevo a los hechos y a los signos de la Antigua Alianza, sobre todo
al Exodo y a la Pascua (cf Lc 9,31; 22,7-20), porque él mismo es el sentido
de todos esos signos.
1152 Signos sacramentales.
Desde Pentecostés, el Espíritu Santo realiza la santificación a través de
los signos sacramentales de su Iglesia. Los sacramentos de la Iglesia no
anulan, sino purifican e integran toda la riqueza de los signos y de los
símbolos del cosmos y de la vida social. Aún más, cumplen los tipos y las
figuras de la Antigua Alianza, significan y realizan la salvación obrada
por Cristo, y prefiguran y anticipan la gloria del cielo.
Palabras y acciones
1153 Toda celebración sacramental es
un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en Cristo y en el Espíritu
Santo, y este encuentro se expresa como un diálogo a través de acciones y
de palabras. Ciertamente, las acciones simbólicas son ya un lenguaje, pero
es preciso que la Palabra de Dios y la respuesta de fe acompañen y
vivifiquen estas acciones, a fin de que la semilla del Reino dé su fruto en
la tierra buena. Las acciones litúrgicas significan lo que expresa la
Palabra de Dios: a la vez la iniciativa gratuita de Dios y la respuesta de
fe de su pueblo.
1154 La liturgia de la Palabra
es parte integrante de las celebraciones sacramentales. Para nutrir la fe
de los fieles, los signos de la Palabra de Dios deben ser puestos de
relieve: el libro de la Palabra (leccionario o evangeliario), su veneración
(procesión, incienso, luz), el lugar de su anuncio (ambón), su lectura
audible e inteligible, la homilía del ministro, la cual prolonga su
proclamación, y las respuestas de la asamblea (aclamaciones, salmos de meditación,
letanías, confesión de fe...).
1155 La palabra y la acción
litúrgica, indisociables en cuanto signos y enseñanza, lo son también en
cuanto que realizan lo que significan. El Espíritu Santo, al suscitar la
fe, no solamente procura una inteligencia de la Palabra de Dios suscitando
la fe, sino que también mediante los sacramentos realiza las
"maravillas" de Dios que son anunciadas por la misma Palabra:
hace presente y comunica la obra del Padre realizada por el Hijo amado.
Canto y música
1156 "La tradición musical de la
Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale
entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto
sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de
la liturgia solemne" (SC 112). La composición y el canto de Salmos
inspirados, con frecuencia acompañados de instrumentos musicales, estaban
ya estrechamente ligados a las celebraciones litúrgicas de la Antigua
Alianza. La Iglesia continúa y desarrolla esta tradición: "Recitad
entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en
vuestro corazón al Señor" (Ef 5,19; cf Col 3,16-17). "El que
canta ora dos veces" (S. Agustín, sal. 72,1).
1157 El canto y la música cumplen su
función de signos de una manera tanto más significativa cuanto "más
estrechamente estén vinculadas a la acción litúrgica" (SC 112), según
tres criterios principales: la belleza expresiva de la oración, la
participación unánime de la asamblea en los momentos previstos y el carácter
solemne de la celebración. Participan así de la finalidad de las palabras y
de las acciones litúrgicas: la gloria de Dios y la santificación de los
fieles (cf SC 112):
¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos,
fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia, que suavemente
cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos, y vuestra verdad se derretía
en mi corazón, y con esto se inflamaba el afecto de piedad, y corrían las
lágrimas, y me iba bien con ellas (S. Agustín, Conf. IX,6,14).
1158 La armonía de los signos (canto,
música, palabras y acciones) es tanto más expresiva y fecunda cuanto más se
expresa en la riqueza cultural propia del pueblo de Dios que celebra
(cf SC 119). Por eso "foméntese con empeño el canto religioso popular,
de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones
litúrgicas", conforme a las normas de la Iglesia "resuenen las
voces de los fieles" (SC 118). Pero "los textos destinados al
canto sagrado deben estar de acuerdo con la doctrina católica; más aún, deben
tomase principalmente de la Sagrada Escritura y de las fuentes
litúrgicas" (SC 121).
Imágenes sagradas
1159 La imagen sagrada, el icono
litúrgico, representa principalmente a Cristo. No puede representar
a Dios invisible e incomprensible; la Encarnación del Hijo de Dios inauguró
una nueva "economía" de las imágenes:
En otro tiempo, Dios, que no tenía cuerpo ni figura
no podía de ningún modo ser representado con una imagen. Pero ahora que se
ha hecho ver en la carne y que ha vivido con los hombres, puedo hacer una
imagen de lo que he visto de Dios...con el rostro descubierto contemplamos
la gloria del Señor (S. Juan Damasceno, imag. 1,16).
1160 La iconografía cristiana
transcribe mediante la imagen el mensaje evangélico que la Sagrada
Escritura transmite mediante la palabra. Imagen y Palabra se esclarecen
mutuamente:
Para expresar brevemente nuestra profesión de fe,
conservamos todas las tradiciones de la Iglesia, escritas o no escritas,
que nos han sido transmitidas sin alteración. Una de ellas es la representación
pictórica de las imágenes, que está de acuerdo con la predicación de la
historia evangélica, creyendo que, verdaderamente y no en apariencia, el
Dios Verbo se hizo carne, lo cual es tan útil y provechoso, porque las
cosas que se esclarecen mutuamente tienen sin duda una significación
recíproca (Cc. de Nicea II, año 787: COD 111).
1161 Todos los signos de la
celebración litúrgica hacen referencia a Cristo: también las imágenes
sagradas de la Santísima Madre de Dios y de los santos. Significan, en
efecto, a Cristo que es glorificado en ellos. Manifiestan "la nube de
testigos" (Hb 12,1) que continúan participando en la salvación del
mundo y a los que estamos unidos, sobre todo en la celebración sacramental.
A través de sus iconos, es el hombre "a imagen de Dios",
finalmente transfigurado "a su semejanza" (cf Rm 8,29; 1 Jn 3,2),
quien se revela a nuestra fe, e incluso los ángeles, recapitulados también
en Cristo:
Siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de
nuestros santos Padres y la tradición de la Iglesia católica (pues
reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella), definimos con toda
exactitud y cuidado que las venerables y santas imágenes, como también la
imagen de la preciosa y vivificante cruz, tanto las pintadas como las de
mosaico u otra materia conveniente, se expongan en las santas iglesias de
Dios, en los vasos sagrados y ornamentos, en las paredes y en cuadros, en
las casas y en los caminos: tanto las imágenes de nuestro Señor Dios y
Salvador Jesucristo, como las de nuestra Señora inmaculada la santa Madre
de Dios, de los santos ángeles y de todos los santos y justos (Cc. de Nicea
II: DS 600).
1162 "La belleza y el color de
las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para mis ojos, del mismo
modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a
Dios" (S. Juan Damasceno, imag. 127). La contemplación de las sagradas
imágenes, unida a la meditación de la Palabra de Dios y al canto de los
himnos litúrgicos, forma parte de la armonía de los signos de la
celebración para que el misterio celebrado se grabe en la memoria del
corazón y se exprese luego en la vida nueva de los fieles.
III ¿Cuándo celebrar?
El tiempo litúrgico
1163 "La santa Madre Iglesia
considera que es su deber celebrar la obra de salvación de su divino Esposo
con un sagrado recuerdo, en días determinados a través del año. Cada
semana, en el día que llamó 'del Señor', conmemora su resurrección, que una
vez al año celebra también, junto con su santa pasión, en la máxima
solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el
misterio de Cristo... Al conmemorar así los misterios de la redención, abre
la riqueza de las virtudes y de los méritos de su Señor, de modo que se los
hace presentes en cierto modo, durante todo tiempo, a los fieles para que
los alcancen y se llenen de la gracia de la salvación" (SC 102).
1164 El pueblo de Dios, desde la ley
mosaica, tuvo fiestas fijas a partir de la Pascua, para conmemorar las
acciones maravillosas del Dios Salvador, para darle gracias por ellas,
perpetuar su recuerdo y enseñar a las nuevas generaciones a conformar con
ellas su conducta. En el tiempo de la Iglesia, situado entre la Pascua de
Cristo, ya realizada una vez por todas, y su consumación en el Reino de
Dios, la liturgia celebrada en días fijos está toda ella impregnada por la
novedad del Misterio de Cristo.
1165 Cuando la Iglesia celebra el
Misterio de Cristo, hay una palabra que jalona su oración: ¡Hoy!,
como eco de la oración que le enseñó su Señor (Mt 6,11) y de la llamada del
Espíritu Santo (Hb 3,7-4,11; Sal 95,7). Este "hoy" del Dios vivo
al que el hombre está llamado a entrar, es la "Hora" de la Pascua
de Jesús que es eje de toda la historia humana y la guía:
La vida se ha extendido sobre todos los seres y
todos están llenos de una amplia luz: el Oriente de los orientes invade el
universo, y el que existía "antes del lucero de la mañana" y
antes de todos los astros, inmortal e inmenso, el gran Cristo brilla sobre
todos los seres más que el sol. Por eso, para nosotros que creemos en él,
se instaura un día de luz, largo, eterno, que no se extingue: la Pascua
mística (S. Hipólito, pasc. 1-2).
El día del Señor
1166 "La Iglesia, desde la
tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la resurrección
de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se
llama con razón 'día del Señor' o domingo" (SC 106). El día de la
Resurrección de Cristo es a la vez el "primer día de la semana",
memorial del primer día de la creación, y el "octavo día" en que
Cristo, tras su "reposo" del gran Sabbat, inaugura el Día
"que hace el Señor", el "día que no conoce ocaso"
(Liturgia bizantina). El "banquete del Señor" es su centro,
porque es aquí donde toda la comunidad de los fieles encuentra al Señor
resucitado que los invita a su banquete (cf Jn 21,12; Lc 24,30):
El día del Señor, el día de la Resurrección, el día
de los cristianos, es nuestro día. Por eso es llamado día del Señor: porque
es en este día cuando el Señor subió victorioso junto al Padre. Si los paganos
lo llaman día del sol, también lo hacemos con gusto; porque hoy ha
amanecido la luz del mundo, hoy ha aparecido el sol de justicia cuyos rayos
traen la salvación (S. Jerónimo, pasch.).
1167 El domingo es el día por
excelencia de la Asamblea litúrgica, en que los fieles "deben reunirse
para, escuchando loa palabra de Dios y participando en la Eucaristía,
recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar
gracias a Dios, que los 'hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección
de Jesucristo de entre los muertos'" (SC 106):
Cuando meditamos, oh Cristo, las maravillas que
fueron realizadas en este día del domingo de tu santa Resurrección,
decimos: Bendito es el día del domingo, porque en él tuvo comienzo la
Creación...la salvación del mundo...la renovación del género humano...en él
el cielo y la tierra se regocijaron y el universo entero quedó lleno de
luz. Bendito es el día del domingo, porque en él fueron abiertas las
puertas del paraíso para que Adán y todos los desterrados entraran en él
sin temor (Fanqîth, Oficio siriaco de Antioquía, vol 6, 1ª parte del
verano, p.193b).
El año litúrgico
1168 A partir del "Triduo
Pascual", como de su fuente de luz, el tiempo nuevo de la Resurrección
llena todo el año litúrgico con su resplandor. De esta fuente, por todas
partes, el año entero queda transfigurado por la Liturgia. Es realmente
"año de gracia del Señor" (cf Lc 4,19). La Economía de la
salvación actúa en el marco del tiempo, pero desde su cumplimiento en la
Pascua de Jesús y la efusión del Espíritu Santo, el fin de la historia es
anticipado, como pregustado, y el Reino de Dios irrumpe en el tiempo de la
humanidad.
1169 Por ello, la Pascua no es
simplemente una fiesta entre otras: es la "Fiesta de las
fiestas", "Solemnidad de las solemnidades", como la
Eucaristía es el Sacramento de los sacramentos (el gran sacramento). S.
Atanasio la llama "el gran domingo" (Ep. fest. 329), así como la
Semana santa es llamada en Oriente "la gran semana". El Misterio
de la Resurrección, en el cual Cristo ha aplastado a la muerte, penetra en
nuestro viejo tiempo con su poderosa energía, hasta que todo le esté
sometido.
1170 En el Concilio de Nicea (año
325) todas las Iglesias se pusieron de acuerdo para que la Pascua cristiana
fuese celebrada el domingo que sigue al plenilunio (14 del mes de Nisán)
después del equinoccio de primavera.Por causa de los diversos métodos
utilizados para calcular el 14 del mes de Nisán, en las Iglesias de
Occidente y de Oriente no siempre coincide la fecha de la Pascua. Por eso,
dichas Iglesias buscan hoy un acuerdo, para llegar de nuevo a celebrar en
una fecha común el día de la Resurrección del Señor.
1171 El año litúrgico es el
desarrollo de los diversos aspectos del único misterio pascual. Esto vale
muy particularmente para el ciclo de las fiestas en torno al Misterio de la
Encarnación (Anunciación, Navidad, Epifanía) que conmemoran el comienzo de
nuestra salvación y nos comunican las primicias del misterio de Pascua.
El santoral en el año
litúrgico
1172 "En la celebración de este
círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con
especial amor a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con
un vínculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo; en ella mira y
exalta el fruto excelente de la redención y contempla con gozo, como en una
imagen purísima, aquello que ella misma, toda entera, desea y espera
ser" (SC 103).
1173 Cuando la Iglesia, en el ciclo
anual, hace memoria de los mártires y los demás santos "proclama el
misterio pascual cumplido en ellos, que padecieron con Cristo y han sido
glorificados con El; propone a los fieles sus ejemplos, que atraen a todos
por medio de Cristo al Padre, y por sus méritos implora los beneficios
divinos" (SC 104; cf SC 108 y 111).
La Liturgia de las
Horas
1174 El Misterio de Cristo, su
Encarnación y su Pascua, que celebramos en la Eucaristía, especialmente en
la Asamblea dominical, penetra y transfigura el tiempo de cada día mediante
la celebración de la Liturgia de las Horas, "el Oficio divino"
(cf SC IV). Esta celebración, en fidelidad a las recomendaciones
apostólicas de "orar sin cesar" (1 Ts 5,17; Ef 6,18), "está
estructurada de tal manera que la alabanza de Dios consagra el curso entero
del día y de la noche" (SC 84). Es "la oración pública de la
Iglesia" (SC 98) en la cual los fieles (clérigos, religiosos y laicos)
ejercen el sacerdocio real de los bautizados. Celebrada "según la
forma aprobada" por la Iglesia, la Liturgia de las Horas
"realmente es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo; más
aún, es la oración de Cristo, con su mismo Cuerpo, al Padre" (SC 84).
1175 La Liturgia de las Horas está
llamada a ser la oración de todo el Pueblo de Dios. En ella, Cristo mismo
"sigue ejerciendo su función sacerdotal a través de su Iglesia"
(SC 83); cada uno participa en ella según su lugar propio en la Iglesia y
las circunstancias de su vida: los sacerdotes en cuanto entregados al
ministerio pastoral, porque son llamados a permanecer asiduos en la oración
y el servicio de la Palabra (cf. SC 86 y 96; PO 5); los religiosos y
religiosas por el carisma de su vida consagrada (cf SC 98); todos los
fieles según sus posibilidades: "Los pastores de almas debe procurar
que las Horas principales, sobre todo las Vísperas, los domingos y fiestas
solemnes, se celebren en la en la Iglesia comunitariamente. Se recomienda
que también los laicos recen el Oficio divino, bien con los sacerdotes o
reunidos entre sí, e incluso solos" (SC 100).
1176 Celebrar la Liturgia de las
Horas exige no solamente armonizar la voz con el corazón que ora, sino
también "adquirir una instrucción litúrgica y bíblica más rica
especialmente sobre los salmos" (SC 90).
1177 Los signos y las letanías de la
Oración de las Horas insertan la oración de los salmos en el tiempo de la
Iglesia, expresando el simbolismo del momento del día, del tiempo litúrgico
o de la fiesta celebrada. Además, la lectura de la Palabra de Dios en cada
Hora (con los responsorios y los troparios que le siguen), y, a ciertas
Horas, las lecturas de los Padres y maestros espirituales, revelan más
profundamente el sentido del Misterio celebrado, ayudan a la inteligencia
de los salmos y preparan para la oración silenciosa. La lectio divina,
en la que la Palabra de Dios es leída y meditada ps. Cuando los fieles se reúnen en un mismo lugar, lo fundamental es
que ellos son las "piedras vivas", reunidas para "la
edificación de un edificio espiritual" (1 P 2,4-5). El Cuerpo de
Cristo resucitado es el templo espiritual de donde brota la fuente de agua
viva. Incorporados a Cristo por el Espíritu Santo, "somos el templo de
Dios vivo" (2 Co 6,16).
1180 Cuando el ejercicio de la
libertad religiosa no es impedido (cf DH 4), los cristianos construyen
edificios destinados al culto divino. Estas iglesias visibles no son
simples lugares de reunión, sino que significan y manifiestan a la Iglesia
que vive en ese lugar, morada de Dios con los hombres reconciliados y
unidos en Cristo.
1181 "En la casa de oración se
celebra y se reserva la sagrada Eucaristía, se reúnen los fieles y se venera
para ayuda y consuelo los fieles la presencia del Hijo de Dios, nuestro
Salvador, ofrecido por nosotros en el altar del sacrificio. Debe ser
hermosa y apropiada para la oración y para las celebraciones sagradas"
(PO 5; cf SC 122-127). En esta "casa de Dios", la verdad y la
armonía de los signos que la constituyen deben manifestar a Cristo que está
presente y actúa en este lugar (cf SC 7):
1182 El altar de la Nueva
Alianza es la Cruz del Señor (cf Hb 13,10), de la que manan los sacramentos
del Misterio pascual. Sobre el altar, que es el centro de la Iglesia, se
hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales. El
altar es también la mesa del Señor, a la que el Pueblo de Dios es invitado
(cf IGMR 259). En algunas liturgias orientales, el altar es también símbolo
del sepulcro (Cristo murió y resucitó verdaderamente).
1183 El tabernáculo debe estar
situado "dentro de las iglesias en un lugar de los más dignos con el
mayor honor" (MF). La nobleza, la disposición y la seguridad del
tabernáculo eucarístico (SC 128) deben favorecer la adoración del Señor
realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar.
El Santo Crisma (Myron), cuya unción es signo
sacramental del sello del don del Espíritu Santo, es tradicionalmente
conservado y venerado en un lugar seguro del santuario. Se puede colocar
junto a él el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos.
1184 La sede del obispo
(cátedra) o del sacerdote "debe significar su oficio de presidente de
la asamblea y director de la oración" (IGMR 271).
El ambón:
"La dignidad de la Palabra de Dios exige que en la iglesia haya un
sitio reservado para su anuncio, hacia el que, durante la liturgia de la
Palabra, se vuelva espontáneamente la atención de los fieles" (IGMR
272).
1185 La reunión del pueblo de Dios
comienza por el Bautismo; por tanto, el templo debe tener lugar apropiado
para la celebración del Bautismo y favorecer el recuerdo de las
promesas del bautismo (agua bendita).
La renovación de la vida
bautismal exige la penitencia. Por tanto el templo debe estar preparado
para que se pueda expresar el arrepentimiento y la recepción del perdón, lo
cual exige asimismo un lugar apropiado.
El templo también debe
ser un espacio que invite al recogimiento y a la oración silenciosa, que
prolonga e interioriza la gran plegaria de la Eucaristía.
1186 Finalmente, el templo tiene una
significación escatológica. Para entrar en la casa de Dios ordinariamente
se franquea un umbral, símbolo del paso desde el mundo herido por el
pecado al mundo de la vida nueva al que todos los hombres son llamados. La
Iglesia visible simboliza la casa paterna hacia la cual el pueblo de Dios
está en marcha y donde el Padre "enjugará toda lágrima de sus
ojos" (Ap 21,4). Por eso también la Iglesia es la casa de todos
los hijos de Dios, ampliamente abierta y acogedora.
Resumen
1187 La Liturgia es la obra de
Cristo total, Cabeza y Cuerpo. Nuestro Sumo Sacerdote la celebra sin cesar
en la Liturgia celestial, con la santa Madre de Dios, los Apóstoles, todos
los santos y la muchedumbre de seres humanos que han entrado ya en el
Reino.
1188 En una celebración litúrgica,
toda la asamblea es "liturgo", cada cual según su función. El
sacerdocio bautismal es el sacerdocio de todo el Cuerpo de Cristo. Pero
algunos fieles son ordenados por el sacramento del Orden sacerdotal para
representar a Cristo como Cabeza del Cuerpo.
1189 La celebración litúrgica
comprende signos y símbolos que se refieren a la creación (luz, agua,
fuego), a la vida humana (lavar, ungir, partir el pan) y a la historia de
la salvación (los ritos de la Pascua). Insertos en el mundo de la fe y
asumidos por la fuerza del Espíritu Santo, estos elementos cósmicos, estos
ritos humanos, estos gestos del recuerdo de Dios se hacen portadores de la
acción salvífica y santificadora de Cristo.
1190 La Liturgia de la Palabra es
una parte integrante de la celebración. El sentido de la celebración es
expresado por la Palabra de Dios que es anunciada y por el compromiso de la
fe que responde a ella.
1191 El canto y la música están en
estrecha conexión con la acción litúrgica. Criterios para un uso adecuado
de ellos son: la belleza expresiva de la oración, la participación unánime
de la asamblea, y el carácter sagrado de la celebración.
1192 Las imágenes sagradas,
presentes en nuestras iglesias y en nuestras casas, están destinadas a
despertar y alimentar nuestra fe en el misterio de Cristo. A través del
icono de Cristo y de sus obras de salvación, es a él a quien adoramos. A
través de las sagradas imágenes de la Santísima Madre de Dios, de los
ángeles y de los santos, veneramos a quienes en ellas son representados.
1193 El domingo, "día del
Señor", es el día principal de la celebración de la Eucaristía porque
es el día de la Resurrección. Es el día de la Asamblea litúrgica por
excelencia, el día de la familia cristiana, el día del gozo y de descanso
del trabajo. El es "fundamento y núcleo de todo el año litúrgico"
(SC 106).
1194 La Iglesia, "en el
círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación
y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa
esperanza y venida del Señor" (SC 102).
1195 Haciendo memoria de los
santos, en primer lugar de la santa Madre de Dios, luego de los Apóstoles,
los mártires y los otros santos, en días fijos del año litúrgico, la
Iglesia de la tierra manifiesta que está unida a la liturgia del cielo;
glorifica a Cristo por haber realizado su salvación en sus miembros
glorificados; su ejemplo la estimula en el camino hacia el Padre.
1196 Los fieles que celebran la
Liturgia de las Horas se unen a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, por la
oración de los salmos, la meditación de la Palabra de Dios, de los cánticos
y de las bendiciones, a fin de ser asociados a su oración incesante y
universal que da gloria al Padre e implora el don del Espíritu Santo sobre
el mundo entero.
1197 Cristo es el verdadero Templo
de Dios, "el lugar donde reside su gloria"; por la gracia de Dios
los cristianos son también templos del Espíritu Santo, piedras vivas con
las que se construye la Iglesia.
1198 En su condición terrena, la
Iglesia tiene necesidad de lugares donde la comunidad pueda reunirse:
nuestras iglesias visibles, lugares santos, imágenes de la Ciudad santa, la
Jerusalén celestial hacia la cual caminamos como peregrinos.
1199 En estos templos, la Iglesia
celebra el culto público para gloria de la Santísima Trinidad; en ellos
escucha la Palabra de Dios y canta sus alabanzas, eleva su oración y ofrece
el Sacrificio de Cristo, sacramentalmente presente en medio de la asamblea.
Estas iglesias son también lugares de recogimiento y de oración personal.
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