TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
PRIMERA SECCIÓN
LA VOCACIÓN DEL HOMBRE: LA VIDA EN EL ESPÍRITU
CAPÍTULO PRIMERO
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA
ARTÍCULO 5
LA MORALIDAD DE LAS PASIONES
1762 La persona humana se ordena a la bienaventuranza por
medio de sus actos deliberados: las pasiones o sentimientos que experimenta
pueden disponerla y contribuir a ello.
1763 El término ‘pasiones’
pertenece al patrimonio del pensamiento cristiano. Los sentimientos o pasiones
designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o a no
obrar en razón de lo que es sentido o imaginado como bueno o como malo.
1764 Las pasiones son componentes naturales del psiquismo humano,
constituyen el lugar de paso y aseguran el vínculo entre la vida sensible y la
vida del espíritu. Nuestro Señor señala al corazón del hombre como la fuente
de donde brota el movimiento de las pasiones (cf Mc 7, 21).
1765 Las pasiones son
numerosas. La más fundamental es el amor que la atracción del bien despierta.
El amor causa el deseo del bien ausente y la esperanza de obtenerlo. Este
movimiento culmina en el placer y el gozo del bien poseído. La aprehensión del
mal causa el odio, la aversión y el temor ante el mal que puede sobrevenir.
Este movimiento culmina en la tristeza a causa del mal presente o en la ira que
se opone a él.
1766 “Amar es desear el bien a alguien” (S. Tomás
de A., s. th. 1-2, 26, 4). Los demás
afectos tienen su fuerza en este movimiento original del corazón del hombre
hacia el bien. Sólo el bien es amado (cf. S. Agustín, Trin. 8, 3, 4). “Las pasiones son malas si el amor es
malo, buenas si es bueno” (S. Agustín, civ. 14, 7).
1767 En
sí mismas, las pasiones no son buenas ni malas. Sólo reciben calificación
moral en la medida en que dependen de la razón y de la voluntad. Las pasiones
se llaman voluntarias ‘o porque están ordenadas por la voluntad, o porque la
voluntad no se opone a ellas’ (S. Tomás de A., s. th. 1-2, 24, 1). Pertenece a la perfección del bien moral o
humano el que las pasiones estén reguladas por la razón.
1768. Los
sentimientos más profundos no deciden ni la moralidad, ni la santidad de las
personas; son el depósito inagotable de las imágenes y de las afecciones en
que se expresa la vida moral. Las pasiones son moralmente buenas cuando
contribuyen a una acción buena, y malas en el caso contrario. La voluntad recta
ordena al bien y a la bienaventuranza los movimientos sensibles que asume; la
voluntad mala sucumbe a las pasiones desordenadas y las exacerba. Las emociones
y los sentimientos pueden ser asumidos en las virtudes, o pervertidos en los
vicios.
1769 En la vida cristiana, el Espíritu Santo realiza su obra
movilizando todo el ser incluidos sus dolores, temores y tristezas, como aparece
en la agonía y la pasión del Señor. Cuando se vive en Cristo, los
sentimientos humanos pueden alcanzar su consumación en la caridad y la
bienaventuranza divina.
1770 La perfección moral consiste en que el hombre no
sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también por su apetito
sensible según estas palabras del salmo: ‘Mi corazón y mi carne gritan de
alegría hacia el Dios vivo’ (Sal 84,3).
1771 El término ‘pasiones’ designa los afectos
y los sentimientos. Por medio de sus emociones, el hombre intuye lo bueno y lo
malo.
1772 Ejemplos eminentes de pasiones son el amor y el
odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira.
1773 En las pasiones, en cuanto impulsos de la
sensibilidad, no hay ni bien ni mal moral. Pero según dependan o no de la
razón y de la voluntad, hay en ellas bien o mal moral.
1774 Las emociones y los sentimientos pueden ser
asumidos por las virtudes, o pervertidos en los vicios.
1775 La perfección del bien moral consiste en que
el hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también por su
‘corazón‘.