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Careta o sinceridad

   Careta o sinceridad

El ser humano es el ser que necesita absolutamente la verdad. La verdad sobre sí mismo, sobre el mundo y sobre Dios. Todos los problemas nacen de que no sabemos aceptar la realidad.

Las personas, antes de revelar lo que son, presentan una imagen de como quieren ser conocidos; pero lo que realmente son está en su intimidad. La intimidad es lo que nos hace reconocernos a nosotros mismos, e ir adelante, es lo que nos hace ser como somos y lo que nos potencia. Nos realizamos desde dentro. Esto permite que construyamos un mundo humano.

Si las palabras o los gestos no son verdaderos, se abre paso al engaño, a la mentira y a la manipulación. La primera condición para comunicarse es la veracidad. Al ser veraces, los problemas se resolverán siempre.

Gracias a la palabra uno puede comunicar su intimidad a otro. Sólo desde la sinceridad podemos conocernos y darnos a conocer tal y como somos. Por eso Píndaro decía: “Sé quien eres”. Hay quienes se observan a sí mismas, no para ser mejores, sino para ver cómo pueden impresionar más o como lograr la manipulación, o como “venderse” mejor.

Los jóvenes que se pintan el pelo de colores estridentes, reflejan que no están de acuerdo con lo que son, que no se aceptan, que no les gusta su ser corpóreo-espiritual. Habría que recordarles aquello de que “quien quiere ser otro, quiere dejar de ser”.

Una chica fue a una fiesta vestida decentemente, donde las demás iban con falda corta y ropa entallada. Una compañera le preguntó: -“¿Por qué te vestiste así?”.

A lo que ella contestó:

-“Porque me gusta que me miren a la cara, no al cuerpo. Quiero que me amen a mí, no a mi cuerpo”.

Hay mujeres a las que les importa lo que representan, no el sujeto que ellas son. No les importa lo que la persona es sino lo que muestra: su cuerpo; entonces no se le ama por sí misma sino por lo que regala: su intimidad. A veces, cada uno, en vez de comportarnos, damos el espectáculo, como cuando el adolescente se emborracha o la chica “se viste desvistiéndose”. Y cuando la intimidad se vuelve espectáculo en cierto modo deja de serlo.

A veces se confunde la intimidad con la imagen y pensamos que lo importante es lo exterior; entonces se arreglan exteriormente para la fiesta pero no piensan en los temas de los que se va a conversar para conocer más al otro, para saber si vale la pena.

El problema es que, cuando no sabemos lo que valemos, usamos el tiempo en la construcción de espacios materiales, perdiendo el tiempo para lo que realmente importa, que es el desarrollo de nosotros mismos por dentro, a través de la cultura, del servicio a los demás y la oración.

Hay personas que con su sola presencia siembran alegría y paz porque con su propio ser y su elegancia interior contribuye al bienestar y al bien-ser de los demás.

Los psicólogos dicen que el 95% de los casos que atienden padecen de culpa. A base de acallar la conciencia se puede romper el sentido del límite, cuando es el límite lo que nos caracteriza. El ser humano no puedes ser feliz cuando actúa en contra de su conciencia, en cambio, es feliz cuando se libera del pecado. Recuperar el sentido del límite quiere decir que hay que verse libre de crímenes. Cuando uno comienza a no ser culpable, comienza a alzar los ojos a la libertad, y esto no es más que el inicio de la libertad.