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Autoridad: más vale un año antes que un minuto después


Prevenir

Una vez, en un colegio de niñas donde daba yo una conferencia sobre
educación, un papá pidió la palabra y comenzó a decir muy exaltado: Tenemos
que prevenir, hay que adelantarse a la calle. Lo que mi hija ha
aprendido en la calle ya no se lo voy a corregir yo en casa
.

Luego supe que su hija tuvo un grupo de amigas que la metieron en
un mundo de droga y de sexo cuando tenía sólo 14 años. A él no hacía
falta explicarle qué significa prevenir, lo comprendió por sí sólo.

Esto suele pasar, casi todos comprendemos la importancia de este
consejo cuando ya es demasiado tarde. Pero no se trata sólo de instruir
al hijo y educarle sobre los ambientes que encontrará, también es
prevenir con mi actitud las reacciones negativas que él puede tener,
salir al paso de los problemas antes de que surjan, saber en qué
momentos no es oportuno tocar ciertos temas o usar ciertas actitudes.

Prevenir es también darme cuenta de que cuando mi hijo está
enfadado es inútil darle ningún consejo porque lo rechazará, es estar
atento sobre los puntos en que encuentra dificultad, es ser realista y
no pensar que todas las cosas se arreglarán por sí solas y que todo lo
que encontrará mi hijo en su vida será positivo, bueno y agradable.

Ejercer la autoridad más que el poder

Hay que ser un líder para el hijo. Díganme si no es típica la
imagen del papá fumando un puro y diciéndole a su hija que no fume, que
es muy malo para la salud, que terminará con su vida y que además se ve
muy feo. Imagínense la completa confusión en la mente de la niña: Si no es bueno, ¿por qué lo hace mi papá? En ese momento, la imagen del papá bajó bastantes puntos en la mente de la niña.

La diferencia entre el poder y la autoridad es que con el premio y
el castigo tenemos poder para educar a nuestros hijos, pero para tener
autoridad en la educación hacen falta cuatro cosas:

- Testimonio: Coherencia absoluta entre lo que digo y lo que
vivo y, junto a eso, rectitud de vida. Para alcanzar un testimonio
positivo sobre tu hijo seguramente la rectitud y la coherencia son
fundamentales, pero además hay otro factor que es muy importante:
presentar como atractivo el modelo de vida que quieres darles a tus
hijos.

Los medios de comunicación son expertos en presentar modelos
atractivos. Tenemos que competir con ellos. Testimonio es también, en
su grado más elevado, que los hijos perciban en nosotros una constante
mejora personal. La dejadez no genera deseos de emulación y no hace
atractivo nuestro mensaje.

- Cercanía afectiva: Esto es fundamental para que nuestros
hijos aprecien de verdad que lo que les mostramos es para su bien.
Cercanía afectiva es hacerles ver que los consejos que les damos, que
las decisiones que tomamos sobre ellos, nacen del amor. Y no consiste
en decírselo abiertamente, sino en hacérselo ver con mi comportamiento,
un comportamiento que busca su bien por encima de todo y que le
demuestra cariño.

- Interés real: Cuántos padres de familia hay que no prestan
interés a sus hijos simplemente porque se pasan el día viendo los
deportes por televisión. Esto es una forma de decir a los hijos: No me interesas, me interesa más el béisbol, el `soccer’ o el `basket’ que tú.
Nunca seremos capaces de decirles esto abiertamente, pero se lo
comunicamos con nuestra conducta y ellos lo captan así. No es necesario
decir que esto resta autoridad porque hace que nuestros hijos sientan
que no son importantes para nosotros y que, por lo tanto lo que les
decimos es simplemente para que no nos molesten y no por su bien.

- Dar razones: La autoridad se basa en razones, no en
órdenes. Dar un consejo o una indicación sin razones claras y concisas
es hacer que nuestros hijos obedezcan sólo por el amor o por el respeto
que nos tienen. No está mal, pero creo que ya no es suficiente. Pienso
que hoy por hoy hay que estar, por lo menos, en condiciones de
responder a los porqués de nuestros hijos con serenidad y equilibrio o
hay que saber cómo encauzarles a descubrir la solución a sus problemas.

Educar con razones genera autoridad. El adolescente capta que sus
papás no actúan por capricho y encuentra en ellos, precisamente, lo que
más busca en esta etapa: alguien que le ayude a poner orden en su vida.

Transmitir ideas y convicciones claras

El ideal del educador es que el educando haga lo que se le pide o
aconseja sobre todo cuando nadie le vigila, que actúe como consecuencia
de una respuesta clara a una convicción interior y no guiado por una
presión ambiental. Esto no es fácil de lograr porque influyen muchos
factores, pero se puede. Hay algo que es fundamental para conseguirlo y
eso es transmitir a los hijos ideas claras y convicciones profundas,
aunque sean muy sencillas, que rijan su comportamiento y le ayuden a
guiarse ante diversas situaciones de su vida o, dicho de otra manera,
educar en valores sólidos y profundos.

Por mi experiencia, creo que para obtener este fruto en la formación de los hijos es muy conveniente:

- Primero: que conozcan claramente los principios.

- Segundo: que conozcan los mecanismos para aplicarlos.

- Tercero: que quieran de verdad vivirlo, que sientan afecto
por poner en práctica esa convicción viendo en ella un verdadero bien
para ellos. En todo este proceso deben entrar la explicación y la
motivación conjuntamente.

Vamos a poner un ejemplo para que resulte más claro: supongamos que
queremos inculcar en el muchacho el principio de que actúe siempre
guiado por su conciencia sin dejarse influir negativamente por el
ambiente. Es uno de los principios más difíciles de inculcar y esto
suele hacerse ya desde los 7 años. Se trata de enseñarle el principio
con todas sus derivaciones.

Enseñarle que la honradez le llevará siempre a ser fiel consigo
mismo y a no tener nada que ocultar si actúa con buena fe. Después hay
que demostrarle los mecanismos, las aplicaciones concretas a los
momentos necesarios, ayudarle a formar el hábito de reflexionar y
aplicar este principio general a situaciones concretas, reforzar esta
aplicación solucionando sus dudas y corrigiendo los defectos que tenga
en ese campo haciéndole reflexionar y valorar sobre el principio para
reforzarlo.

Unido a esto hay que hacerle ver el gran bien que hay en ello,
tener la certeza de la tranquilidad de conciencia siempre, de poder
dormir tranquilo, de saber que para nadie, ni siquiera para el amigo
más íntimo, yo tengo nada de reprochable. Dentro de este proceso habrá
fallos, habrá situaciones de conflicto con los demás, etc. Es muy
importante enseñarle a superarlas con altura, sin despreciar a los que
no se guían por esos principios, a distinguir entre lo que es hacerse a
los demás y lo que es transigir con el mal, a ser comprensivo y al
mismo tiempo no abandonar sus principios, a saber que un error no es
determinante y que lo que importa es la actitud constante de
superación.

Siempre hay que hacer mucho hincapié sobre los frutos de este
esfuerzo por ser fiel a su conciencia y presentarle ejemplos
atractivos.