El
otro día, caminando por el parque cerca de mi casa, entablé
conversación con una señora que regularmente hace ejercicio a la misma
hora que yo.
En ese momento ella tenía gran necesidad de desahogarse y me platicó lo desdichada que era en su matrimonio.
De lo que me dijo, una de las cosas que más me llamó la atención
fue que si ella hubiera sabido cómo era su marido antes de casarse,
nunca se hubiera casado con él. Hoy ya es demasiado tarde para lamentarme. Mis hijos quieren y necesitan de su padre, dijo la mujer.
Hay que saber elegir
Algunos de los problemas que existen en ciertos matrimonios -que
inclusive terminan en divorcio y, además de hacer daño a los
implicados, afectan terriblemente a los hijos, quienes tienen que vivir
a diario los problemas de sus padres- se evitarían si en verdad durante
el noviazgo la pareja abriera muy bien los ojos.
Esto no quiere decir que el éxito del matrimonio dependa únicamente
de la elección hecha antes de casarse, ya que el esfuerzo diario en
mantener vivo el amor y una buena comunicación tienen mucho que ver
para que una pareja viva feliz.
Hay muchos motivos por los que una pareja decide contraer
matrimonio, y aunque el más natural de todos es el amor, cuando éste se
ve como un mero sentimiento y no como un acto de la voluntad humana, se
comete un gran error.
Cuántas jóvenes piensan que por el amor que siente su pareja hacia
ellas ésta cambiará y cuando se casen, ellos dejarán de ser borrachos,
parranderos, mujeriegos y no sé qué tantas cosas más.
Es muy difícil que una persona cambie si no lo decide por sí misma.
Por eso, más que pensar en cambiarlo, hay que estar conscientes de las
cualidades y principalmente de los defectos que tiene la persona a la
que se ama, y estar dispuesto a aceptar convivir con estos defectos
toda la vida.
Compatibilidad de caracteres y de valores
Cuando una pareja decide empezar una relación de noviazgo, es
porque existe una atracción mutua. En la gran mayoría de los casos,
esta atracción es física o de carácter, pero a veces se olvida analizar
qué tanta atracción hay en cuestión de valores, es decir, a qué se le
da una importancia real en la vida. Para ello hay que tomar en cuenta
la forma en que una persona es educada y sus antecedentes culturales.
Ahora entiendo por qué mi mamá me decía cuando iba de visita a la casa de mi novio: Fíjate muy bien cómo trata su papá a su mamá, porque así te va a tratar cuando te cases.
Nada más imaginen ustedes a una joven educada de manera
independiente, donde sus opiniones son siempre tomadas en cuenta,
casada con un macho que piensa que la mujer está solo para servir al
hombre.
Capacidad de comunicación mutua
Hay muchos novios que piensan que porque están muy enamorados y se
la pasan muy bien juntos, ya se conocen lo suficiente para casarse. En
realidad una vida en común es mucho más que pasar un rato agradable.
Para trazar juntos un proyecto de vida donde ambos tengan la
oportunidad de desarrollarse y crecer, se necesita una gran capacidad
de diálogo.
Una característica fundamental de la comunicación es compartir el
mismo ideal de vida conyugal, ya que si cada cual tiene una meta
diferente andará por un camino distinto.
La semilla del fracaso de muchos matrimonios se siembra desde el
mismo noviazgo cuando dos se unen sin establecer claramente un ideal de
vida en común.
En el matrimonio las circunstancias cambian, por lo que los
cónyuges deberán esforzarse por establecer el diálogo para adaptarse a
las nuevas situaciones.
Él y Ella, dos seres distintos
El que dos personas se amen y se identifiquen en muchas cosas, no
quiere decir que uno tenga que hacer las cosas como piensa y dice el
otro.
Hay que recordar que tanto el hombre como la mujer tienen la misma
dignidad como personas aunque sean muy distintos, no sólo en lo físico
sino en la manera de reaccionar, pensar e incluso de relacionarse.
Cada uno es un individuo que tiene sus propias necesidades, metas y
objetivos, que si bien muchas de ellas se comparten con la pareja en
cuanto a la vida en común y la educación de los hijos, habrá otras que
sean individuales ya sea en el campo profesional o personal.
Hay que abrir muy bien los ojos
Antes de tomar una decisión definitiva, la pareja debe abrir muy
bien los ojos. Hay que conocerse el uno al otro para descubrir la
enorme riqueza que cada uno lleva consigo, aceptar tanto las cualidades
como los defectos, y poder ver si realmente los valores del uno son
compatibles con los del otro.
Sobre todo, hay que tener la madurez necesaria para aceptar el
compromiso y la responsabilidad que lleva consigo el formar una nueva
familia.
Por eso este dicho popular tiene tanta razón: Antes de casarse, hay que abrir muy bien los ojos y después entrecerrarlos.
Efectivamente después del matrimonio hay que entrecerrar los ojos para
perdonar y olvidar y no permitir que la crítica o la censura
destructiva lastimen a nuestro cónyuge.
El matrimonio no es una tarea fácil. Se necesitan dos para poder
llevarla a cabo. El amor no es sólo un sentimiento bonito, es un acto
de la voluntad que busca siempre el bien de la persona amada. Si son
novios: ¡ojo, mucho ojo!
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