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Aborto Una opción peligrosa para la Mujer

La legalización del aborto en la mayor parte de los países del mundo ha sido considerada por muchos como un paso adelante en el reconocimiento de los derechos de la mujer. No obstante un estudio recientemente publicado por el "Elliot Institute" demuestra que el aborto es más peligroso para la salud de la mujer que la opción de seguir con el embarazo hasta el nacimiento del niño.

El documento, escrito por David C. Reardon y publicado en el "Post Abortion Review", apunta cómo con frecuencia los grupos que promueven el aborto afirman que el peligro de muerte durante el parto es mucho más elevado que el riesgo a morir a causa de un aborto. Reardon desmiente esas afirmaciones aprovechando los datos de un nuevo estudio realizado en Finlandia. La investigación se llevó a cabo bajo la dirección del departamento de análisis de estadísticas del Centro Nacional de Investigación sobre la Salud y el Bienestar.

Los investigadores analizaron los datos médicos de todas las mujeres de 15 a 45 años de edad que habían muerto entre 1987 y 1994. Dado que el sistema médico en Finlandia está nacionalizado los datos reflejan bien el panorama global del país.

Encontraron que 281 mujeres murieron en el curso de un año desde su último embarazo. Resulta que la tasa de mortalidad por cada cien mil casos era de 27 para las que dieron a luz su niño, 48 para las que perdieron el bebé por causas naturales, y 101 para las que habían abortado.

De las 281 mujeres que murieron en el curso de un año desde su último embarazo, 77 de ellas se habían suicidado. Para las que habían abortado hubo un riesgo de suicidio dentro de un año siete veces mayor, en comparación con las mujeres que continuaron la gestación hasta el nacimiento de su bebé. De hecho las mujeres que han dado a luz tienen una incidencia más baja de suicidio, en comparación con las mujeres en general. Mientras que el aborto está conectado con un dramático incremento en el suicidio.

Otros estudios apoyan los datos de Finlandia

También en Gran Bretaña existen datos que demuestran la relación entre la decisión de abortar y el suicidio de la mujer. Las autoridades de salud de South Glamorgan estudiaron los datos de la población local, 408.000 personas, y resulta que hubo 8,1 intentos de suicidio por cada mil mujeres que habían abortado, mientras que la tasa para las que tuvieron un niño fue de 1,9 por mil. Además, el suicidio después del aborto no se debía a problemas de salud mental ya existentes. Más bien la investigación concluyó que el aumento en el riesgo del suicidio después de abortar se debe probablemente al aborto mismo.

El artículo del "Post Abortion Review" también cita otros estudios, donde hay datos detallados sobre casos individuales de suicidio. Se evidencia que con frecuencia la decisión de acabar con la propia vida ocurre en el aniversario del aborto o en la fecha en que el niño habría nacido. Un estudio de la Universidad de Minnesota concluyó que las adolescentes se encuentran particularmente en riesgo de suicidio después de un aborto.

Reardon observa también que en China la incidencia del suicidio entre las mujeres es la mayor del mundo. De hecho un 56% de todos los suicidios de mujeres tiene lugar en China, que es el único país del mundo en el que más mujeres que varones acaban con sus propias vidas. Para las mujeres de edad inferior a 45 años la tasa de suicidio es nada menos que el doble que la de los varones. Reardon sugiere que esta situación tan anómala podría encontrar su explicación en la política de restringir a las familias a un sólo niño y el consiguiente uso de abortos, en no pocos casos contra la voluntad de la mujer, para implementar esa norma.

La muerte de otras causas

No es sólo el suicidio el que es propiciado por la decisión de abortar. También el aborto está relacionado con un aumento en los fallecimientos a causa de accidentes. Según el estudio finlandés una mujer que haya dado a luz tiene la mitad de la probabilidad de sufrir un accidente mortal que el resto de la población, mientras que la tasa de mortalidad de un accidente de alguien que abortó era dos veces más alta en comparación con el resto de la población.

Reardon cita otro estudio de Canadá en el que los investigadores encontraron que las mujeres que se habían sometido a un aborto en el año precedente fueron tratadas en un 41% más por desórdenes mentales, en comparación con las que habían dado a luz. Asimismo la incidencia de accidentes era más alta para las que abortaron. Además el estudio de Finlandia descubrió que el riesgo de morir a causa de un homicidio era cuatro veces más alto para alguien que había abortado, en comparación con el resto de la población.

De las 281 casos de muertes estudiados en Finlandia un 45% se debieron a causas naturales. Sin embargo, también en esta categoría el riesgo de morir era más alto para una mujer que había abortado, en un 60%, en comparación con las que llevaron a término el embarazo o que perdieron el niño por causas naturales. Una posible explicación de ese fenómeno podría ser que las que murieron después de un aborto ya estaban con mala salud desde antes y procuraron el aborto a causa de sus problemas ya existentes. Sin embargo, los investigadores finlandeses rechazaron esa hipótesis cuando, al examinar los registros de los abortos, sólo una mujer había señalado como motivo su salud física.

Los daños psicológicos y emocionales

Aparte de las consecuencias negativas de un aborto para la salud física de la mujer, la decisión de poner fin a la vida que llevan dentro de sí también provoca con frecuencia traumas psicológicos. Un nuevo libro, publicado en Australia por Melinda Tankdard Reist, examina ese tema. En "Giving Sorrow Words" (Duffy and Snellgrove, 2000) son relatados los casos de 18 mujeres que expresan su sufrimiento por haber abortado.

Cuando Melinda Tankard Riest insertó un anuncio en el periódico para pedir datos sobre mujeres que quisieran contar las experiencias negativas a causa de su decisión de abortar, hubo 250 respuestas. Aunque ella admite que ese grupo no representa a todas las mujeres que han abortado, sin embargo demuestra que existe un grupo significativo de mujeres que sufren mucho a causa de su decisión de abortar.

Riest observa cómo los grupos que promueven el aborto suelen ignorar, e incluso negar, los daños psicológicos que se presentan después de haber abortado. El derecho al aborto es resaltado como algo positivo, una liberación, que proporciona el dominio sobre el propio cuerpo. Las personas que trabajan en las clínicas de aborto hablan del feto como una mera colección de células, cuyo exterminio no debería presentar ningún problema, y si la paciente se traumatiza, entonces es culpa suya.

Además, ni las clínicas ni los centros organizados por las feministas suelen ofrecer servicios de ayuda para las mujeres que sufren problemas psicológicos a causa de su aborto. Incluso el libro cuenta los casos de varias mujeres que, al ir a diversos centros de asistencia para las mujeres con el fin de encontrar apoyo, les dijeron que no deberían hablar mal de su experiencia de aborto.

En la introducción del libro la autora explica que con frecuencia las mujeres que le han contado sus experiencias desmienten el mito de la "libertad" para abortar. En no pocos casos existe presión por parte de los padres de familia o del padre del niño para abortar. Entonces, ¿en qué sentido se puede hablar de la libertad de escoger cuando la mujer es presionada de esa manera?

Por eso el libro observa que es ilusorio pensar que el aborto pueda solucionar los problemas sin causar otras dificultades. La autora afirma también que es tiempo de que la sociedad apoye con mayor decisión la maternidad, para que las mujeres que deseen dar a luz a sus niños encuentren el respaldo necesario para hacerlo.