Primero que nada, considero de vital importancia definir con claridad el aborto.
Desde el punto de vista del origen del término, viene de las raíces latinas de la palabra ab (prefijo de la preposición latina ab, que significa separación) y ortus, que significa nacimiento.
En este artículo, nos disponemos a comentar las diferentes posturas
respecto al aborto, los argumentos más importantes sobre el
controversial tema, la despenalización del aborto y el impacto de éste
en la sociedad.
Indisponibilidad de la persona humana
Diferentes posturas
Básicamente existen cinco posturas con respecto al aborto en Latinoamérica, sobre todo en nuestro país:
1. Quien lo usa como negocio.
2. Quien defiende el derecho a la vida.
3. Quien postula que el aborto tiene justificantes en base al bien común.
4. Quien no entiende de qué le hablamos y mejor deja que otros opinen.
5. Quien sufre las consecuencias de la indecisión.
El grupo 1, quien lo usa como negocio, en la actualidad está bajo
el clima perfecto para su desarrollo ya que es tal vez el único delito
penado en algunos países, que es promocionado abiertamente.
El grupo 2, quien defiende el derecho a la vida, se topa con que
cada vez más nada contra la corriente y cada vez más adquieren fuerza
quienes no respetan la condición del embrión humano.
En el grupo 3 se encuentran desde médicos hasta personalidades con
capacidad de influir en la opinión publica. Sus objetivos para defender
esta postura varían desde los económicos hasta el convencimiento firme
de tener la verdad.
En el grupo 4 se encuentra la enorme mayoría de la gente en
Latinoamérica, donde sus fuentes de información sobre el tema dependen
esencialmente de la televisión, vía telenovelas. Este grupo no cuenta
con las bases para formar una opinión sobre el tema y puede
considerarlo desde normal hasta de moda, según los criterios que le
marcan los medios masivos de información.
En el grupo 5 se encuentra la paciente que, enfrentada una
situación terriblemente conflictiva de un embarazo inesperado o con
alteraciones, tiene una enorme dificultad para razonar adecuadamente
las opciones y, si no cuenta con una base seria de información o con
una formación adecuada, es muy probable que con las recomendaciones
inadecuadas tome el rumbo equivocado.
Dentro de estas posturas está la del médico, que desgraciadamente
se puede colocar en cualquiera de los grupos, ya que dentro de la
formación como médicos en muchas ocasiones se le da la misma
importancia a las características de reproducción de cualquier bacteria
que a un embrión humano.
Son sólo unas cuantas escuelas de Medicina en Latinoamérica las que
cuentan con cursos que tratan temas específicos en relación con la
Bioética. Es importante recalcar la importancia que tiene el médico en
nuestra sociedad latinoamericana. Tal vez sea nuestra cultura unas de
las pocas en las cuales el médico, sobre todo en áreas rurales, es como
un templo del conocimiento y el lugar a donde se acude no sólo por
problemas de salud física, sino emocional y espiritual. Es a él a quien
se voltea a ver para pedir opinión en muy variadas cuestiones.
He aquí la enorme responsabilidad que se tiene como médico. No
basta ser un erudito en el tema de salud si en el momento que le
cuestionan sobre aspectos de ética, la respuesta tenga 99 por ciento de
ciencia y uno por ciento de conciencia. No todo lo que es
científicamente posible es éticamente permisible.
En muchos países del mundo, cuando un médico termina su
entrenamiento establece, no sólo ante sus colegas médicos sino ante
toda la sociedad, un juramento que textualmente dice así en uno de sus
segmentos: Juro mantener sumo respeto a la vida humana y no
utilizar ni incluso por amenaza mis conocimientos médicos para
contravenir las leyes de la humanidad.
¿Será sumo respeto a la vida humana el hecho de que como médicos manejemos la información para acomodar este juramento a nuestra medida? ¿Será sumo respeto a la vida humana que tratemos nosotros de decidir en qué momento se inicia la vida humana?
El factor tiempo
El aspecto más importante y central en la discusión sobre el aborto, en mi punto de vista, es lo que yo llamo el factor tiempo,
lo que los médicos llamamos la evolución natural de un proceso. ¿Podría
alguna persona poner en duda que una semilla cualquiera, si se le
proporciona el medio adecuado (es decir, si se le deja en evolución
natural), tarde o temprano llegará a producir fruto? En ese contexto,
si la misma persona aplasta y destruye esa semilla, ¿acaba con la
semilla o con el fruto? En mi punto de vista, la única diferencia es el
factor tiempo. La persona destruye el fruto, sólo que en una etapa
diferente y con una forma diferente.
¿Podría alguna persona poner en duda el que si a un embrión humano
le proporcionamos el medio adecuado, rendirá frutos al convertirse en
adulto? En la ejecución de un aborto destruimos todos los frutos que
esa persona iba a producir. Aún cuando por alteraciones en su formación
esa persona no tenga posibilidad de sobrevivir, no tenemos el derecho
de evaluar la calidad de esa persona ni el impacto que tendrá en los
que le rodean, principalmente los padres. La diferencia entre el aborto
y el homicidio con alevosía, premeditación y ventaja, es sólo el factor
tiempo.
¿Alguno de ustedes no se estremece cuando escucha alguna noticia
que informa que un hombre descuartizó en vida y asesinó brutalmente a
una indefensa niña de dos años? Estos casos suceden esporádicamente.
Sin embargo, si les describo que en la actualidad miles de niños sufren
el mismo proceso diariamente, durante el primer trimestre de su vida,
¿lo creerían? La única diferencia entre los dos casos es el factor
tiempo.
Ciencia y tecnología
Desde hace algunos años, la evolución de la ciencia y la tecnología
se esfuerza en presentarnos un panorama en el cual los avances
tecnológicos y científicos son incompatibles con aspectos morales, e,
inclusive, a los aspectos morales se les ha considerado un ancla que detiene el avance científico y de la humanidad. Estos argumentos se han manifestado una y otra vez en relación con el aborto.
Si esto es cierto, pues demos gracias, porque como cualquier barco,
si le quitamos el ancla viajará a la deriva y seguramente naufragará.
La ciencia debe respetar el fin para el cual fue creada, que es el
Hombre. Esta es la razón tan simple y tan olvidada, de porqué ponerle
un ancla o timón al barco de la ciencia. La ciencia y la técnica son un
precioso recurso del hombre cuando se ponen a su servicio y promueven
su desarrollo integral en beneficio de todos, pero no pueden indicar
por sí solas el sentido de la existencia y del progreso humano. Por
estar ordenadas al hombre, en el que tiene su origen y su incremento,
deben recibir de la persona y de sus valores morales la dirección de su
finalidad y la conciencia de sus limites.
Si nos remontamos unos cuantos años, ya en 1875 la declaración de Helsinki postula: Jamás los intereses de la ciencia y de la sociedad deberán tener precedencia sobre los intereses de la persona humana. Esta declaración sigue siendo vigente dentro del mundo de la ciencia(2).
No encuentro un postulado más claro para defender la vida del
embrión humano. Como cualquier persona, el embrión humano puede ocupar
su lugar en esta definición. Pero, ¿cuántas veces los intereses de los
padres se han encontrado más valiosos que la vida de su hijo?; ¿cuántas
veces a los intereses económicos se les ha encontrado más valor que a
la vida humana?; ¿cuántas veces la información otorgada a una madre
angustiada se ve matizada con informes que la orientan a decidir un
aborto porque sus intereses se verían afectados?; ¿cuántas veces los
intereses de la sociedad se postulan como seriamente amenazados si no se autoriza legalmente el aborto?
Indisponibilidad
Existe cierta tendencia a olvidar que el ser humano por su
característica de individuo, es decir, individual, indivisible, es
también indisponible, lo que significa que no es un objeto del cual
podemos disponer. El pensar de otra manera otorgaría bases morales para
la esclavitud.
Igualmente, existe en forma cada vez más frecuente la tendencia a
considerar al embrión humano como un tejido, o sea, como un órgano más,
como un apéndice del organismo materno. Esta manera de considerarlo
facilita mucho el pensar que si tenemos un tejido no vital para la
madre y que de alguna manera no es deseable, se puede extirpar sin
mayor consideración.
Esta es una manera extraordinariamente simplista de ver al embrión
humano y no toma en consideración que el embrión humano es de hecho
otro individuo diferente e independiente de la madre. Aunque proviene
en parte de ella y de ella depende, su material genético es diferente;
su estructura celular y procesos metabólicos son diferentes, y hasta su
sexo puede ser diferente. El embrión humano es otra cosa que un tejido
dependiente de la madre, es otro individuo y, por lo tanto, es
indivisible sin afectar su naturaleza.
Es en ese milagro de la reproducción humana de donde recibió la
información de millones de antepasados mediante el DNA, y es este mismo
milagro el que lo convierte en un ser único en el universo. Será, si se
le permite, diferente a todos los demás seres humanos que han existido
y existirán. ¿Cómo entonces es que podemos reducir su naturaleza a un
simple pedazo de tejido? ¿Cómo no reconocerlo como la expresión máxima
del potencial humano y la máxima manifestación de inocencia?
Aborto y calidad de vida
Otro de los argumentos utilizados en favor del aborto es el
considerar que las condiciones maternas o de la pareja desde el punto
de vista psicológico se verían afectadas ya sea por un embarazo no
deseado o por el conocimiento de que el feto presenta alguna
anormalidad.
Situación cada día más frecuente con las modernas técnicas de
diagnóstico prenatal, en más de una ocasión se argumenta el hecho de
que ante situaciones en las cuales son diagnosticadas malformaciones
fetales o complicaciones incompatibles con la vida fetal, es preferible
interrumpir el embarazo para evitar complicaciones psicológicas
maternas.
En este respecto existen estudios científicos y epidemiológicos que
comparan la evolución desde el punto de vista psicológico entre las
pacientes sometidas a un aborto inducido y legal en forma voluntaria
por malformaciones fetales, y los cambios psicológicos de las pacientes
al nacimiento y/o muerte de estos recién nacidos. En el estudio del Dr.
Zeanah, publicado en los Estados Unidos, en 1993, se concluye que las
mujeres que terminan su embarazo por anormalidades fetales experimentan
un duelo tan intenso como las que abortan en forma espontánea, que se
asocia a morbilidad psicológica. En un estudio similar pero a mayor
plazo de investigación, publicado en la revista de psicología médica,
el Dr. Iles comprueba que estos cambios psicológicos persisten cuando
menos por un año después del aborto, siendo los síntomas principales,
de acuerdo con estudios publicados en Alemania, la depresión y
sentimientos de soledad.
Aunque existen cuando menos cinco estudios más en los últimos años
respecto a etse tema, tal vez uno de los más demostrativos es el del
Dr. Lloyd, quien comparó el duelo y los cambios psicológicos entre las
pacientes que tuvieron un aborto inducido y las que tuvieron muerte
nenita o muerte del feto dentro del útero. Del grupo de aborto
inducido, el 77 por ciento demostró una reacción de duelo intensa, y el
45 por ciento permaneció sintomático a los seis meses, en comparación
con el grupo de muerte fetal o aborto espontáneo, donde no fueron
encontradas estas reacciones (3-8).
A quien le ha tocado ver los dos lados de la moneda, puede afirmar
que el daño que tiene una pareja por decidir un aborto provocado tiende
a ser mucho mayor que el aceptar una realidad difícil.
El Profesor Michel Schooyans comenta al respecto: Nos hemos
vuelto sensibles al concepto de calidad de vida. Muchos niños
concebidos serán desdichados y no tendrán una vida de calidad (ya sea
por malformaciones o por dificultades familiares o sociales). Ante esta
premisa, el aborto parecería una opción viable e incluso esta premisa
es una de las situaciones planteadas con más frecuencia para la
justificación de un aborto; sin embargo, el pensar así parte del
supuesto de que ’la vida sólo vale la pena ser vivida a partir de
cierto umbral de calidad’. Esto significa que alguien tiene que
determinar cuál es ese umbral a partir del cual se determinaría cuál
vida humana es digna de ser vivida y cuál no.
El niño que padece esa malformación es miembro con pleno derecho de
la especie humana. Si se le elimina por razón de su malformación, se
eliminará a aquellos que no tienen el color de piel o sexo esperados.
En pocas palabras, no es el niño el que no es deseado, es su
malformación(9).
¿Tiene una madre el derecho de establecer un control de calidad
sobre su hijo no nacido?, ¿tienen los padres la autoridad para decidir
si el hijo que esperan llena sus expectativas?
Hambre y pobreza
Hambre y pobreza, dos fuertes argumentos para apoyar el aborto
cuando el embarazo sucede en familias de escasos recursos. Es de todos
conocido el cuadro que se nos presenta en ocasiones para hablar del
aborto: una madre en una paupérrima vivienda con 6 ó 7 hijos
hambrientos.
Este cuadro se repite en muchos sitios de nuestra Latinoamérica y
ha servido de base para proponer que en el caso de un embarazo
indeseable sería preferible un aborto a traer al mundo a un niño que
viviría en esas pobres condiciones.
Yo pregunto cuántos lideres, profesionistas, inventores, han salido
de la pobreza, cuántos hombres que han dejado en la humanidad su marca
de progreso y descubrimientos han emergido de familias humildes...
¿Será pecado suficiente el haber sido concebido en una familia
humilde para ser sacrificado? Son preguntas que desgraciadamente no nos
hacemos cuando proponemos como solución a un problema un problema
mayor, y que al final dejan a la madre con una enorme culpa en su
espalda y en la misma condición de pobreza y hambruna. Porque si para
esa madre con siete hijos el problema es alimentarlos, ¿no será más
lógico matar al mayor, que seguro come más?
¿No sería más productivo el orientar recursos hacia campañas de
educación y mejoramiento de nivel de vida? Porque si es legítimo matar
a un ser humano porque corre el peligro de ser tan pobre que su vida no
valdría la pena ser vivida, entonces es legítimo matar a todos los que,
desde ahora, mueren de hambre(9).
Despenalización del aborto
En principio, el hecho de que las naciones pretendan despenalizar
el aborto deja claro que la pena debiera de existir, y si los gobiernos
deciden despenalizar el aborto, el término implica que sólo están
utilizando su privilegio de no aplicar una pena que existe de facto
porque el delito sí se comete. O sea que desde el punto de vista legal
se otorga un permiso para efectuar algo que debiese estar prohibido por
la ley natural pero que por razones de conveniencia al Estado o a la
sociedad, es autorizado.
En muchos países se discute la posibilidad de despenalizar el
aborto, sobre todo basándose en el supuesto que esto eliminaría los
abortos clandestinos y así serían efectuados en mejores condiciones.
En este punto hay que dejar bien clara la evolución de los sucesos
en otros países y extrapolar lo que sucedería en Latinoamérica.
1) La cadena de modificaciones en la legislación en relación a la
Bioética en otros países siempre sigue la misma tendencia. Primero, la
sociedad toma decisiones en relación con la anticoncepción, después
sigue la legislación del aborto, para continuar con la eutanasia. En
Latinoamérica nos encontramos en el primer paso.
2) Esta evolución a los cambios en las leyes se da porque, de
acuerdo con Simone Veil, la modificación de la ley en estos aspectos
modifica el patrón de comportamiento humano y convierte lo legalizado
en correcto.
3) La experiencia francesa demuestra que la legislación del aborto
no hizo descender el número de abortos clandestinos, sino que en la
actualidad el número se mantiene, y en Rusia el número de abortos
clandestinos se ha duplicado desde su legislación, debido a los dos
puntos anteriores: se modifica el patrón de comportamiento social en
este aspecto y aumenta el número total de abortos y, como no todos
cumplen con los requisitos que marca la ley, el aborto clandestino no
desaparece(10).
Usemos ahora el modelo de algunos países europeos, donde se permite
legalmente el aborto cuando el embarazo derive un grave daño para la
salud física o psíquica de la madre. De entrada debemos analizar que el
aborto no cura nada, ya que en el peor de los casos el embarazo pudiese
ser uno de los actores que condicionen la enfermedad materna, pero
nunca será ni el único ni el directo causal de la enfermedad.
Con respecto al aborto por salud psíquica, se comenta que en los
países donde está legislado se practica libremente sin estar fuera de
la ley porque se interpreta que cada embarazo no deseado supone un
grave riesgo para la salud psíquica de la madre.
Este es un claro ejemplo de cómo ante una pequeña falla en el
sistema de legislación, la sociedad y los médicos llegan a tomarse la
libertad de decidir quién debe ser eliminado, y están actuando dentro
de la ley.
Todo esto conlleva a un cambio social con respecto a la familia y
este cambio en la dinámica familiar cambiará toda la sociedad
latinoamericana.
Impacto social
En 1990, la OMS publicó que en el mundo son efectuados anualmente
entre 40 y 60 millones de abortos. Esto es el equivalente a una guerra
mundial por año.
Aunque esto les suene exagerado, en algunos países se reporta que
el 75 por ciento de los embarazos en madres solteras termina en
aborto(12).
En Estados Unidos, por ejemplo, los indicadores familiares(13) en
cuanto a intentos de suicidio en adolescentes, número de divorcios,
número de matrimonios y edad de contraer matrimonio, demuestran una
tendencia muy negativa que acelera su deterioro, especialmente desde
1973. ¿Por qué este cambio?
El único cambio trascendente en ese país en 1973 fue la legislación
del aborto. Y no podía ser de otra manera... ¿Cómo esperamos que la
sociedad respete a la familia? ¿Cómo esperamos que los jóvenes
encuentren en el matrimonio un futuro si por ley podemos agredir a la
vida humana con tanta facilidad?, ¿Qué concepto mostramos a los jóvenes
en relación con la entrega mutua, el sacrificio personal y la vida
familiar, si esa generación crece en una sociedad que autoriza el
eliminar a un miembro de la familia misma?
La sociedad latinoamericana tiene todavía raíces muy fuertes en la
familia y su estructura social gira alrededor de ella. Cualquier cosa
que la perturbe terminará por alterar el orden social.
Si dentro de una familia latinoamericana, el padre o la madre
expusiera a sus hijos que en favor de una mejor vida familiar
decidieron un aborto inducido, ¿cuál sería la respuesta de sus hijos?
Imaginen la pérdida de respeto entre los miembros de la familia.
Si aún en sociedades más modernas y abiertas, el 49 por
ciento de los casos de abortos no es comentado dentro de la
familia(14), imaginen la terrible disrupción del rol de los padres y
los hijos frente a este terrible secreto que tienen que guardar, y lo
guardan porque, aunque no efectuaron nada ilegal, saben que sí
efectuaron algo inmoral.
En todo aborto muere más de un ser humano. Sí: en el aborto, aunque
muchos cierren los ojos, no sólo muere el hijo (pequeñito, quizá
minúsculo) que vivía en un lugar caliente y seguro. Muere un poco, y no
sólo un poco, el corazón de una madre. Muere, o queda gravemente
herida, la vocación de un médico o de algún enfermero. Estaban llamados
a servir y proteger a los débiles y un día, quién sabe por qué,
empezaron a practicar abortos. Muere también la conciencia de la
sociedad, que quizá permite legalmente el que inocentes, embriones o
fetos indefensos, puedan ser eliminados.
Como padre de familia y como médico, creo firmemente que el único
camino para un desarrollo social justo y equilibrado en Latinoamérica
se basa en el fomentar la familia como fuente de futuros ciudadanos con
el potencial de aportar beneficios a la comunidad.
El desarrollo de estos ciudadanos debe ser dentro de un ambiente
familiar cimentado en el amor, donde se enseñe desde pequeña edad que,
si generamos personas egoístas, tendremos sociedades egoístas y
terminaremos dejando a nuestros hijos un verdadero caos social.